El fútbol es lo de menos

Sergio Apaza Vera, Entrenador de fútbol


El fútbol boliviano ya no sabe cómo hacer para sostener su agonía. En un momento en el que se imponen las estrategias políticas y los mensajes demagógicos por sobre las aspiraciones futbolísticas, la situación no está nada bien. Los dirigentes se empeñan en tomar decisiones incomprensibles, alejadas de todo razonamiento, de un ideario, de un proyecto. Y nadie se anima a dar el primer paso para revertirlo. Tal vez por falta de valentía, por desconocimiento o, claro está, por las benditas urgencias. ¿Por dónde debería empezar a construirse la casa? Por las bases. Por una planificación sustentada, por un “PROYECTO GLOBAL” Y para eso hace falta verdadero conocimiento, sabiduría vinculada con el juego, con la administración deportiva, etc. etc… Gente idónea.

Pero hablemos de fútbol, de lo que ocurre en el campo de juego. La llegada de Guillermo Hoyos a la Selección Boliviana de Fútbol generó muchas expectativas en los hinchas e incluso en el periodismo y la ciudadanía en general, teniendo en cuenta sus antecedentes positivos, cómo entrenador ofensivo, que juega o intenta hacerlo de la misma manera de local o visitante, y la pobre actualidad del equipo. Muchos habrán creído (creo que incluso él mismo) que Hoyos venía y se solucionaban los problemas. Pero Hoyos tampoco puede hacer milagros. Y eso quedó demostrado en los cuatro partidos que le tocó dirigir, principalmente frente a Brasil y Ecuador.

Queremos a través de este artículo acercar a los hinchas del fútbol, y ¿por qué no a los creadores de opinión?, en torno a cuáles son las características de un equipo ofensivo, cómo pretende formar Hoyos.

Cualquier equipo que pretenda ser ofensivo debe defender arriba para no ser tontamente vulnerable cuando no tiene la pelota, porque sino el equipo se hace muy largo. Si presionamos arriba y los centrales están en tu área, no vale de nada. Una regla clara es: equipo ofensivo que no achica no sirve.

Yo siempre digo lo mismo: en un partido se puede ganar o perder, son cosas del fútbol. Pero jugar y dominar el juego es algo muy distinto, mucho más difícil de conseguir. Hay pocos equipos que siempre lo hacen. Siempre salen a la cancha y sea con tres defensores o con cuatro, con tres delanteros o uno, dominan el juego en el centro del campo, que es donde se cuece el fútbol, salen a atacar sin importar si juegan de local o de visitante, tampoco interesa mucho el rival de turno. Después puede tener mayor o menor acierto en las áreas, puede estar más o menos acertado de cara al gol. Puede ganar o perder, pero siempre habrá desempeñado su modelo de juego ofensivo.

La Selección tiene que saber atacar para ganar de local, lo que no ha ocurrido hasta ahora, ahí no sirve apostar a la suerte, si ganamos todo de local, tenemos muchas posibilidades de clasificar, pero no nos alcanza, entonces tenemos que intentarlo también de visitante. Entiendo que a eso apuesta Hoyos, pero para que esto ocurra tiene que conseguir el cambio de mentalidad en todos (jugadores, dirigentes, periodistas e hinchas) hay que seguir un proceso duro y largo, porque primero debemos salir de nuestra zona de confort. Ya estoy escuchando las frases funestas de siempre: “En el fútbol boliviano eso no se puede hacer”, “para qué, si siempre hemos jugado de otra manera”, “no podemos hacer experimentos ahora, quizás más adelante”, “para qué, si igual vamos a perder” y muchas otras más. Pregunto ¿cómo nos ha ido con la forma tradicional de jugar? (colgados del travesaño)… mal, entonces, si sabemos cuáles son los resultados con esa forma de jugar, porque no intentamos cambiar, tal vez así podamos cambiar los resultados.

En lo que creo que hay que hacer una observación más profunda es en el funcionamiento. Creo que el equipo no ha podido conseguir respuestas futbolísticas en ninguno de los cuatro partidos. Eso es lo más preocupante. Porque si haces buenos partidos, más allá que el resultado no sea bueno, te termina sosteniendo el nivel que tienes. Es muy difícil mantener una regularidad sin jugar bien.

La única forma de cambiar esto es con funcionamiento y jugando bien al fútbol. Esto no es magia. No es que mañana nos levantamos y decimos: “vamos a jugar bien” y jugamos bien. Para jugar bien, todos los jugadores deben saber a qué juega el equipo y cuál es el rol que le corresponde en esa forma de jugar; para actuar conceptualmente en los cuatro momentos del juego: ataque, defensa, las transiciones y además el balón parado. Fundamental es que todos estén convencidos de lo que se quiere, sin ese requisito, es imposible.

Sin el afán de entrar en terrenos que son potestad del entrenador, analizaremos el partido frente a Ecuador. Hubo un tiempo que fue hermoso, diría sui generis. Ante un Ecuador que en el inicio salió decididamente a no defenderse atrás, Bolivia mostró un libreto convincente y bastante eficaz. En el primer tiempo se vio un equipo contundente que se hizo fuerte a partir de algunas individualidades; Bolivia avanzó en bloque, tocó con paciencia, hubo cambio de ritmo y una aceleración adecuada en el momento justo, y lo más importante la definición, fuimos superiores a Ecuador en el resultado pero no en el juego. Pero la parte que debe preocuparnos es la que se vio en el segundo tiempo, porque el análisis más rico que dejó este empate se originó en este lapso en el que apareció una versión futbolística construida desde un caos vertiginoso que anuló el pensamiento. La lógica desesperación de Ecuador para revertir un 0-2 nubló los conceptos y el equipo quedó prisionero de los encantos del ataque y el contrataque, cuando la lectura del juego exigía una pausa, orden y reacomodamiento de piezas. El juego, de pronto, se transformó en un pasaje de ida y vuelta, tentador, pero poco prudencial. Que Ecuador arriesgue un pleno es entendible, que Bolivia dejé escapar de las manos un 2-0 a favor habla de que hubo una falla en el análisis del desarrollo. Incluso el cambio de Escobar debió haberse gestado por otro jugador, aun prescindiendo de un delantero: se necesitaba control, tenencia, había que reducir espacios y, sobre todo, tener sentido común... Pero el equipo se descompensó, se hizo largo, retrocedió mal una y otra vez y eso permitió que el rival tuviera todas las posibilidades de llevarse algo.

En el fútbol es clave el tiempo de trabajo. El entrenador acaba de llegar, hizo muy pocas prácticas con el plantel completo y es por eso que los hinchas tendrán que tener paciencia para que aparezcan los resultados.

Nadie puede dictaminar lecciones de ética para la vida y menos en un ambiente como el del fútbol en el que la nobleza y la miseria se manifiestan como en cualquier otro ámbito de la sociedad. Aunque a veces pueda perderse de vista, los futbolistas son personas. En esa disyuntiva entre evaluar “personas” o “futbolista” quizás se encuentre la solución o el problema, de acuerdo a la mirada que se aplique.

 
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