[Eric Cárdenas]

Meritocracia


El día 16 de octubre de 2011 el actual régimen de gobierno del populismo de corte indigenista - socialista nos llevó a los bolivianos a votar para elegir (supuestamente), pues ya habían sido elegidos en la instancia político partidaria de la Asamblea Plurinacional de mayoría oficialista, a los miembros del Órgano Judicial, en sus niveles de mayor jerarquía, postura que fue rechazada por el pueblo que mayoritariamente votó en blanco y nulo, habiendo sido el magistrado Cusi el que mayor votación obtuvo, con algo más de 170.000 votos, magistrado que está siendo enjuiciado en las instancias asambleístas, por haberse desmarcado de las imposiciones oficialistas al Órgano Judicial.

Nuestro país es el único en el mundo que elige jueces de la más alta magistratura por voto y peor aún, cuando esos magistrados responden a una línea partidista del oficialismo, que los eligió de las listas proporcionadas por los movimientos sociales afines al gobierno y que echaron al Órgano Judicial, a la perversión más aguda, de tal manera que podemos decir que casi en Bolivia no existe justicia independiente, proba y oportuna.

Los autores de semejante descalabro institucional de la justicia boliviana ahora pretenden remediar el cuadro, convocando nuevamente a elecciones para elegir a nuevos magistrados, pero como lo denuncian los asambleístas opositores y columnistas de opinión, parece que se repetirá el engaño e impostura oficialista, aunque esgriman la propaganda de elegir a los jueces por méritos.

Precisamente la meritocracia se funda en los méritos que importan dignidad, merecimiento, reconocimiento, notabilidad fruto de una carrera profesional y ciudadana basada en el esfuerzo, el talento, la rectitud y honestidad.

Los merecimientos de un individuo son reconocidos por la sociedad o el grupo social determinante y no por una comisión empañada de interés partidista. El prestigio del hombre notable le hace precisamente acreedor del reconocimiento y aprecio social y no necesita de exámenes ni pruebas que avalen su prestigio, éste lo tiene y debe conservarlo como una joya, pues cualquier desliz puede echar abajo toda una carrera construida día a día.

En las sociedades serias, las altas funciones de la judicatura son ejercidas por profesionales del derecho que luego de toda una vida de ejercicio profesional probo, acceden a esas funciones y generalmente son personas de edad avanzada, que por esa condición no les interesa la prebenda o el goce de los apetitos mundanos, más al contrario quieren acabar su carrera con el prestigio y honor debido.

Es tan importante la justicia en una sociedad, que sin ésta, esa sociedad vive en la barbarie -como sucede en alguna medida en nuestro medio-, con los linchamientos producto precisamente de la ausencia de justicia y la credibilidad en ésta. En consecuencia privar a un país de justicia, por intereses político partidarios, resulta un grave atentado a los Derechos Humanos de una colectividad.

Con la experiencia de una justicia sometida al poder político, como es la nuestra, y los intereses del grupo gobernante de judicializar la política, ha de ser difícil que se desprendan de sus intereses de poder y devuelvan la institucionalidad al Órgano Judicial. Por esa experiencia, seguramente los profesionales del derecho que se respetan a sí mismos, difícilmente han de prestar su nombre y su prestigio a una postulación que, como sucede en las instituciones estatales, es una mera formalidad, pues los elegidos lo han sido de antemano.

Por coincidencia, en los países que se alinearon en el socialismo del Siglo XXI, que ya quedan muy pocos, una de las características de esos regímenes es precisamente el control de todas instituciones estatales, comenzando por los órganos del Estado, en especial la justicia, que es convertida en un aparato represor para perseguir judicialmente a los opositores y contrarios políticos.

La característica más importante de todo magistrado y juez, además de sus conocimientos y experiencia, es la idoneidad ética que en materia del ejercicio profesional se denomina Deontología, es decir la ciencia de la moralidad aplicada a los deberes profesionales.

En los tiempos en los que vivimos, se puede acumular títulos y doctorados, pero lo difícil es mantener una conducta de probidad, honorabilidad y decencia.

El autor es abogado y politólogo.

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