Tranvías para la ciudad de La Paz

Luis Llanos Aparicio


El servicio de tranvías en uno de sus recorridos por la Av. 6 de Agosto hacia Sopocachi en aquellos románticos años. Foto Cordero.
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En 1902 la ciudad de La Paz tenía más o menos 70.000 almas. Se comienza a sacudir la molicie en que viven los habitantes, hay idea de la prisa y de vencer la distancia. Las extremidades de los caballo favorecen la comunicación, también los bulliciosos coches “Victoria”, pero ello resulta incómodo por la topografía quebrada y en veces la inseguridad de los pocos puentes que dan paso sobre el Choqueyapu; en veces crujen sus soportes cuando pasan más de cinco pasajeros. Hay enormes avenidas tortuosas y pedregosas que trajinar, necesitándose un medio de transporte cómodo, así también económico.

El mismo año, se hace la convocatoria a propuestas para la instalación de un “Ferrocarril Urbano” hasta la villa de Obrajes por motor eléctrico en combinación con el ferrocarril de bajada del Alto, durante la gestión del alcalde Sabino Pinilla, publicándose los avisos en las ciudades de Buenos Aires, Lima, Santiago.

Hasta 1905 se discuten y se observan diversas fallas técnicas por la falta de energía en la planta de Achachicala, que apenas producía algo así como 362 H.P., siendo insuficiente para dicho servicio, se desistió la oferta que formuló el señor Santos Machicado, en la sesión del 13 de junio. La presidencia de la Comuna estaba entonces a cargo del señor Heriberto Gutiérrez.

El 21 de diciembre de ese año, se aprobó la nueva propuesta del señor José Gutiérrez Guerra, que llegó más tarde a ser Presidente de la República, representaba a la empresa llamada “Hidro-Eléctrica”. Según ella, se fijaba la tarifa de 10 ctvs por pasajero, debiendo el Municipio pagar Bs. 2.000 anuales de subvención por cada kilómetro de rieles a construirse. El contrato fue firmado entre los señores He-

riberto Gutiérrez y Alejandro Lastra por la Alcaldía y el señor Horacio Ferrecio por The Bolivian Rubber & General Enterprise Ltda.

Durante la gestión edilicia del señor Carlos Flores Quintela, el 6 de marzo de 1908, se logró aumentar la potencia generatriz de la mencionada usina para ampliar la instalación del servicio eléctrico, y se convino también dar empuje al tranvía de El Alto, a cargo de la misma empresa, hasta Challapampa.

Llegó el domingo 18 de julio de 1909, es día grandioso, se recuerda el Centenario del Primer Grito Libertario en América, al héroe Pedro Domingo Murillo y a los protomártires de la independencia. Concurrieron plenipotenciarios de países amigos y huéspedes de honor a dicha celebración. Como uno de los números centrales del programa, se marca la inauguración del moderno sistema locomóvil, y al fin, “La Paz y los que deseamos ver marchar su progreso en todos los ramos de la humanidad activa a grandes pasos, debe complacerse en sumo grado con la presencia de la realización del nuevo e importante adelanto que desde hoy puede enorgullecerla”, dijo un orador en el instante solemne.

Cerca de las once de la mañana, de la cochera de Challapampa, salen tres carros, pintados de los tres colores de la enseña nacional. Allí están sentados ministros y pomposos representantes de las instituciones estatales como de la alcaldía. El recorrido de la flamante línea fue la avenida Montes, calle Comercio, del Pala-cio de Gobierno, hasta la curva de la calle Loayza, siguiendo el resto sin modificarse. Cerca de la curva del templo de San Juan de Dios, Mercado, uno de aquellos carros fue a chocar contra un poste que se hallaba muy cerca al paso. El manejo estaba a cargo de maquinistas franceses.

Las ancianas observando escépticamente desde sus ventanas enfaroladas de vidrios de colores, no hacían más que persignar-se. . .! ¡Que yo viaje en eso! ¡Santo Dios, estoy más segura a pié!

Mucho peor las campesinas de fuera del radio urbano, tenían espanto al ver estos carruajes moviendo sus ruedas sin ningún impulso visible. La extensa avenida 12 de septiembre (Av. Arce y San Jorge) era puro chacarismo o sembradíos con muros apisonados de barro, piedra y paja (tapiales).

¡Las cosas que hacen los gringos! Alguien decía.

Hasta en el Decano de la Prensa Nacional, que entonces recién cumplía sus cinco abriles, pues fue fundado el 5 de abril de 1904, aconsejaba uno de sus periodistas a la empresa tranviaria, el uso de salvavidas. ¿para qué? Se preguntará el curioso lector, sin duda sonriente. Tal vez se pensaba que el rodante artefacto iba a naufragar en algún riachuelo, de los muchos que había por entonces.

“El pasado domingo, a la hora prefijada, se llevó a cabo en acto solemne. La inauguración del tranvía eléctrico de la ciudad de La Paz. Nueva entre nosotros una línea férrea urbana, a tracción eléctrica, la inauguración ha despertado interés al par que un vivo entusiasmo en aquellas que comprendiendo toda su importancia y significado, ven en el tranvía un factor más en el progreso de la ciudad. Esta ha adquirido, de un momento a otro, un nuevo aspecto de modernidad.

Los carros confortables y de elegante estilo se dejan ir por las avenidas de la población pletóricos de pasajeros que suavemente tendidos sobre los asientos, miran a través de las ventanillas, el paisaje incoherente de la ciudad pintoresca, pasar como una visión cinematográfica. El “TIN TIN” del timbre que avisa la llegada o previene a los transeúntes, suena interminablemente y su rumor habla del progreso, porque las ciudades nuevas y de intensa vida se denotan por el estruendo y el ruido”

“La empresa se merece aplauso por el éxito alcanzado y que sabe acoger cordialmente las observaciones que le van de parte de la prensa, había de hacer lo propio para una que nos parece justa. Sería conveniente, casi indispensable, que se adoptasen a la cabeza de los carros, salvavidas, aparatos que reducen bastante el número de accidentes personales”.

Enseguida, se publicó también el siguiente aviso: “COCHEROS.- En vista de la competencia que ya van haciendo las tranvías a los coches, los aurigas han resuelto efectuar reunión, con el objeto de acordar la rebaja de fletes de sus vehículos”

Así, los martirizados caballos y mulas, debían irse jubilando o prestar sus servicios en el campo o dedicarse a otras faenas nobles o compasivas, pues estos animales eran víctimas del furor del látigo cuando ya no podían caminar de cansados o cuando se embriagaba el conductor.

Como complemento de la nota, hasta donde abarcan nuestros recuerdos, en 1918, llegó otra línea de tranvías hasta cerca del cementerio general, habiéndose invertido en su construcción Bs. 19.003,79, incluyendo las obras de refuerzo del puente “Coscochaca” (Tumusla y Eguino), con 2.200 mts. de recorrido.

El costo de la vía de Sopocachi, por 1.450 mts. de recorrido, fue de Bs. 9.630,10.

Para adicionar un detalle que complementa la historia de este medio de transporte, que en efecto fue un verdadero adelanto urbano, cambiando la fisonomía pueblerina de la ciudad de La Paz, no estaría inútil indicar que en 1888 se propuso su establecimiento por don Manuel Murillo Dorado. El Presidente de la República, Dr. Gregorio Pacheco, por Resolución de 28 de marzo, acordó pasarla a la Legislación, donde quedó olvidada, ignorándose las causales de ellos, pues nadie volvió a ocuparse del asunto. La base de la propuesta fijaba un privilegio de explotación de 40 años, denominándose en ese documento “Servicio de Tranways”.

Del libro “Estampas Antiguas de La Paz”.

 
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