Las mieles no llegan

Los viajes de los presidentes suelen generar grandes titulares y noticias de primera página en sus países y, a veces, fuera de su territorio, cuando se trata de naciones con dimensiones planetarias. Durante todo el tiempo que ha estado fuera de los Estados Unidos, Donald Trump ha sido centro continuado de atención de los grandes medios estadounidenses, menos por lo que representa su gira por Asia y el Pacífico que por la estela negativa que lo acompaña desde que asumió el mando presidencial hace diez meses. Ha estado en una declinación continuada la relativa popularidad que lo llevó a ganar votos en el colegio electoral para imponerse a Hillary Clinton (perdió por tres millones de votos individuales, pero ganó por la representación de estados menos poblados y más conservadores).

En los últimos meses esa declinación pareció una constante irreversible al crecer la sensación en el público estadounidense de que él y su entorno más inmediato se coaligaron con jerarcas rusos para ganar a la candidata demócrata. La aprobación que llegó a ostentar con cerca del 60 por ciento del público estadounidense descendió en los últimos días al 38%, un récord. Que se tenga registrado, la popularidad de ningún presidente descendió tanto a menos de un año de gobierno. El estado de ánimo de los estadounidenses parece en ruta opuesta a la que tiene el gobierno de Trump, con la mayoría de sus ministros con un pasado inmediato de vínculos estrechos con el sector privado y las grandes corporaciones.

Para los demócratas y también para los republicanos disconformes con el mandatario, el descenso de la aceptación presidencial pavimenta la ruta hacia un enjuiciamiento en el congreso. Trump sería reo de coaligarse con una potencia extranjera, archi-enemiga de Estados Unidos en aras de negocios personales y de familia. En las últimas semanas, Trump pareció caminar más que nunca sobre una cuerda floja que no se destemplaba más por la solidez de la economía norteamericana, que continúa generando empleos en porcentajes superiores al crecimiento demográfico nacional. El cuadro de la economía daba lugar a optimismo por la robustez que ostentan las bolsas de valores, que también han crecido de manera sostenida en los primeros meses de Trump.

Las elecciones de la semana pasada para las gobernaciones de los estados de Virginia y New Jersey, sin embargo, lucieron como un descalabro para los republicanos, al que se sumó un gran número de alcaldías de municipios menores en aquellos estados. Perder dos gobernaciones que solían estar inclinadas con solidez hacia los candidatos republicanos puede haber representado un golpe de realidad y anticipar un descalabro mayor en las elecciones para renovación parcial del congreso, dentro de un año. Bajo la tendencia en curso, la mayoría republicana en las dos cámaras puede diluirse. Eso sería un pésimo antecedente para un mandatario que no ha conseguido la aprobación de ninguna de sus grandes propuestas reformistas, incluso el Sistema de Seguro social instaurado por su predecesor Obama.

Las mieles que Trump creyó empezar a recibir del electorado no han llegado y todo indica que, a medida que corre el tiempo de su administración, están lejos del sabor dulce que presumía.

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