Un niño que cambió el mundo

Alumbrado por una sola estrella -de las millones que pudieron acompañarlo-, allá en Belén de Judá; de linaje de Reyes, hijo del Altísimo, el niño de luz de soles descendió encarnado en María Santísima, haciéndose hombre para inmolarse y amnistiarnos; con esa grande fuerza moral de su palabra y testimonio de vida.

Niño de rosas etéreas, travieso; con toda seguridad que danzo las rondas hebreas; compartiendo con otros de su edad la alegría de la vida. Sin más riqueza que un manto, un par de sandalias; sin tener dónde dormir evangelizó el mundo sin reclutar; sin shows más que el encanto maestro de su presencia. El privilegiado de todos los tiempos fue un jumento; él llevó sobre sus lomos al Redentor, sin micrófonos, sin satélites, sin helicópteros.

Su colegio de apóstoles fue el más extraño grupo humano cohesionado por la palabra del maestro universal. Desterró el odio, dio ejemplo de ello: Le dijo a Judas..... “Amigo, a lo que has venido... No hubo reproches por su felonía, sino una fenomenal descarga de conciencia en el traidor, que luego se ahorcó, pagando su delito.

Con lo más elemental: el magnetismo de su voz, congregó a cienes a su alrededor; tuvo misericordia cuando su pueblo sintía hambre; curó a los enfermos, devolviendo la vida a los muertos; porque Jesús es la vida y la vida en abundancia.

No existió persona que haya visto su rostro. Pero él nos conocía, ¡sabía de nuestro corazón duro e indolente! Lloró por su pueblo; sacudió la tumba resucitando luego de su holocausto.

Este fue el hijo del Dios-Padre, sembrador de un nuevo tiempo; vencedor de la afrenta y la muerte. ¡Fue hombre de paz! ¡De esa paz que no es del mundo!

Final: Felices Pascuas en la Natividad del Señor a todos los amables lectores del Decano de la Prensa Nacional. Todos tengan un buen año 2018.

Santa Cruz de la Sierra.