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¿Y lo verde?

Yuri Mirko Ríos Madariaga

Qué vistas espectaculares ofrecen los distintos teleféricos que “sobrevuelan” La Paz y El Alto. El Illimani al sudeste y el Wayna Potosí al norte resaltan a primera vista, no por nada son los centinelas de ambas metrópolis. Al sur, la singular Muela del Diablo despunta en la serranía de Aranjuez. Es notorio, pero La Paz poco a poco sube a los cielos invadiendo áreas forestales y de recreación, no le queda otra si quiere crecer. El Alto se expande en tres de los cuatro puntos cardinales.

Asimismo, desde los teleféricos se vislumbra formidables construcciones de pisos, numerosas de ellas dedicadas al comercio y otras a los quehaceres del aparato estatal. Y por ahí, dispersos o agrupados como de mutuo acuerdo, emergen los mundialmente afamados “cholets”, los palacetes de la burguesía aymara con su ya característico estilo e identidad que nació para reinar en el contexto andino y por qué no, en otros ámbitos geográficos. Pero ¿y lo verde?

No soy el único que lo advirtió. Hay muchos que así lo hicieron. Como comentó algún internauta latinoamericano, sin ánimo de ofender, “a estas ciudades les falta lo verde que hace que se vean opacas y sombrías, con poca estética y lo más importante, sin aire puro”. Salvo algunos sectores del Sur, Centro, Miraflores y Sopocachi, las laderas y zonas colindantes, y -por supuesto- El Alto casi en su totalidad carecen de ese elemento que va más allá de la lógica y la reflexión. No es mi intención crear polémica, pero muchos de nuestros ciudadanos ¿serán enemigos de lo verde?, en especial de los árboles, símbolos de vida y nexos para la comunicación con el entorno natural. Desde su perspectiva, los árboles serán ¿objetos de estorbo?, ¿seres inanimados?

No sirve de mucho (desde lo estético) inaugurar obras monumentales de acero y concreto, estructuras con vidrios de colores y letreros llamativos si no existe a la par una política de forestación y reforestación. Una propaganda televisiva filmada desde el vuelo de un dron corrobora lo indicado: una vía conocida y muy transitada de una ladera paceña luce reformada y “moderna” con nuevos cordones de acera, señalizaciones y asfalto de remate. Pero ¿y lo verde?

Unos dirán que el clima frío y seco no permite plantar ni crear espacios verdes. No coincido, es una aseveración injustificada. Hay especies autóctonas -keñuas y kiswaras- resistentes a las inclemencias de nuestro cambiante tiempo que pueden emplearse en el ornato público. También hay que tomar en cuenta a la flora introducida no arbórea que se adaptó con efectos positivos. Recuerdo que el bosque más alto del mundo, que es de keñuas, se enclava a los pies del tata Sajama en Oruro.

Resulta paradójico que en estas fechas en que priman los arbolitos de plástico dentro de los hogares, y en calles y plazas se elabora árboles enormes con botellas u otros materiales reutilizables, con adornos, cuidados y hasta demostraciones de cariño como si fueran de verdad, los hechos muestran una realidad distinta. En este punto la población debe hacer una elección ¿acaso la correcta? Yo prefiero ver lo verde natural en todas las ciudades del país.

 
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