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[Armando Mariaca]

Mundo rico con extrema pobreza y abandono


Hay verdades que circulan y amargan al mundo: el coronavirus parece que ha sido encargado para despertar no solamente la conciencia de los seres humanos, para hacerles ver cuán equivocados estuvieron al vivir con la naturaleza, creer, tal vez, que podían dominarla a su libre antojo sin considerar que, como cualquier bien, necesita cuidados y amor. Abandonar al mundo aprovechando todo lo que tiene y, además, crear elementos y sistemas que contribuyan a su empobrecimiento y métodos que inventen nuevas armas y medios para destruirla. La civilización avanza con pasos agigantados, especialmente en los siglos XIX y XX, en los cuales se alcanzó una especie de clímax en ciencias y tecnología, los pueblos recibieron mejor educación y atención a su salud, lograron capacitarse de tal modo que agrandaron su soberbia hasta límites no previstos.

Todo ello fue la “cuarta parte de la torta”, que solamente alcanzó a un 20 o 25% de la humanidad, el resto, un 75%, permaneció abandonado y en extrema pobreza. Quienes asumieron las cúpulas de la riquezas, las ciencias y los avances tecnológicos creyeron haber conquistado el derecho de dominio sobre los demás y, sobre todo, de la misma naturaleza a la que había que dominarla mucho más y aprovechar lo poco que le dejaron, hasta que, según parece, se llegó a un límite: un modo de descargo de los males inferidos y un “echar la basura” sobre todos, como si todos tuviesen la culpa de lo ocurrido. Permitir que la civilización, la que se considera superior en todo y que puede actuar impunemente, sufrió tormentos de toda naturaleza: en primer término, el desencadenamiento de guerras que causaron más división y mayores enfrentamientos entre los más ricos y desarrollados, luego la presencia de enfermedades, que si bien muchas de ellas la ciencia logró superarlas de tanto en tanto resurgen y acompañadas de males mayores, como es el caso de los coronavirus que en diversas épocas ha sufrido la humanidad hasta el logro de millones de víctimas que nadie se ocupó de contabilizar, pero que, con seguridad, han sido de muchos más millones que los causados por todas las guerras.

El mundo está sometido a tener que soportar la mayor pandemia por la presencia y acción contundente del coronavirus no conocido antes, se hacen cábalas y cálculos sobre el tiempo que pueda durar, pero, nadie acierta en los cálculos porque todo se presenta con mucha contundencia en algunos días, si bien disminuye en otros. Las medidas tomadas hasta ahora logran alivios momentáneos y hacen renacer esperanzas circunstanciales que no son suficientes para aliviar los sufrimientos de quienes son menos poseedores de bienes y, en muchos casos, viven bajo dependencia de los que pueden dar algo de lo que les sobra, como son los países ricos y desarrollados.

Lo grave de los males se descarga sobre los más pobres, sobre los que sufren más los rigores de las enfermedades, del hambre, de la carencia de vivienda, hospitales, medicamentos, etc. En los países pobres asoman más las enfermedades y la muerte se encarga de cubrir de más cadáveres a naciones que no han podido reaccionar y enfrentar a los males sufridos, son los pueblos que han recibido menos educación, poca, poquísima atención a su salud y menos alimentos para sus familias. Países que han soportado hambre y miserias sin cuento, fríos y calores extremos, pueblos que no saben de controles de la natalidad y al nacer sus hijos sólo esperan el momento de su muerte por no saber con qué alimentarlos y los ejemplos son múltiples, como el caso de lo ocurrido en Biafra el año l968, en que las madres no podían dar leche a sus hijos por tener los senos flácidos sin leche y ellas no contar con lo mínimo de alimentos, esa tragedia cobra miles de víctimas en cada época o tiempo que les tocó vivir, o apenas sobre-existir.

Los dramas que sufre la humanidad, en su parte de pobreza y miseria, abandono y carencia de salud y alimentos, son tomados por muchos países ricos como “simple consecuencia de la ignorancia y no saber trabajar para ganar el sustento diario”. Nadie toma en cuenta que esas naciones “pobres e ignorantes” han sido sustento y base de lo que tienen los ricos, son los que han contribuido con materias primas, minerales, petróleo, gas y muchas riquezas que ellos, los ricos, han sabido aprovechar mediante su industrialización y con posibilidades de lograr avances en las ciencias y las tecnologías alcanzadas. Son esos países que no tenían medios para trabajar y que en muchos casos se volvieron dependientes de “ayudas y comprensión” de los ricos para sobrevivir, para que puedan seguir trabajando en pos de acumular riquezas para que se gasten en guerras, avances científicos, educación y tecnología que no se compartía con los pobres, con los que vivían grados de miseria, hambre, enfermedades y hasta consecuencias de lo que los ricos desechaban con el eufemismo “ayuda” para mantenerlos siempre a disposición, pero sin darles los medios para que ellos, los pobres, produzcan sus propios alimentos, exploten su propia tecnología y avancen en la ciencia, las artes, la cultura y todo lo conseguido por quienes siempre tuvieron el aporte de los pobres. Cuántas veces los pobres dijeron al recibir ayudas: “no nos den de comer, compartan con nosotros su tecnología, su dinero y su ciencia para que nosotros alcancemos al logro de nuestros alimentos y fabricación de lo que necesitemos”; por supuesto, bajo el entendido de que se compartirá con los inversionistas de capital financiero, tecnológico y humano tanto de las ganancias como de las utilidades logradas en cada gestión. Lamentablemente, estos pedidos nunca han tenido éxito porque, para acrecentar los males, se cree que los países pobres somos instrumento de los políticos de extremas derechas o izquierdas que, ante cualquier situación conflictiva entre partes, surgirían amenazas sobre estatizaciones y extremismos que terminarían con todo diálogo y posibilidad de convivencia. Que podrán surgir excepcionalmente esos extremos no sería raro, como no lo es en sus países hasta por cuestiones simples y sin mayor importancia.

De todos modos, la humanidad seguirá con problemas creados por el hombre y tendrá que ser siempre el hombre que dé soluciones a sus propios males, lo interesante sería que todo sea con espíritu de diálogo y entendimiento y toma de conciencia de que todos somos hijos de Dios y que estamos hermanados por diversas razones o motivos que no se los puede despreciar.

 
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