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[Severo Cruz]

Sobre nuestra realidad


La caída de los precios de las materias primas, registrada a partir del 2014, ha ocasionado la reducción de ingresos para el país. Ahí es cuando se originaron los problemas que nos golpean ahora. Consecuentemente, a estas alturas de la historia, las arcas del Estado deben estar con diagnóstico reservado, no sólo por ese hecho, sino por el manejo dispendioso de recursos durante los tiempos de bonanza, y por las cuarentenas asumidas a raíz del coronavirus. Éstas paralizaron la producción y exportación nacional.

El gas natural se había convertido, a principios del presente siglo, en un nuevo protagonista de la historia económica boliviana. Después de la era del estaño. Por lo visto el destino nacional estaría supeditado a su explotación y exportación a dos países vecinos, en particular. No pudimos abarcar otros mercados.

“¡Qué tiempos aquellos!”, diríamos al recordar el boom gasífero. Nuestro país fue considerado entonces como “Bolivia Saudí”, por las grandes reservas energéticas que poseía, según un periodista boliviano, especializado en temas económicos. Se estimaba el monto en 60 trillones de pies cúbicos. Y expertos internacionales le concedieron el segundo lugar, después de Venezuela, en términos de reservas en Sudamérica. Actualmente se habla de un posible agotamiento de ese recurso energético. Si ello fuera cierto, nos espera un futuro nada prometedor.

El gobierno nacional en este marco adverso se ha visto obligado a cumplir con una de sus promesas electorales: el Bono contra el Hambre. Tuvo que honrar la palabra empeñada ante el electorado y, particularmente, ante los sectores que visten de azul. El incumplimiento no hubiera sido ético. Se lo hubiera interpretado como una falacia o patraña política con fines electorales.

Muchos ciudadanos votaron atraídos por esa oferta o pensando que su distribución sería sin exclusiones. Posiblemente las limitaciones económicas se impusieron en la hora de las decisiones y por ello algunas personas no tendrán acceso al Bono contra el Hambre. “Con guitarra es otra cosa”, ¿no es verdad?

En tiempos de la presidente constitucional Jeanine Añez, cuando llovía mojaba a todos. En su gestión se entregó dos bonos, cada uno de 500 bolivianos, el de Familia y el Universal. Además del Bono Canasta de 400 bolivianos. En los meses más difíciles de la pandemia del coronavirus.

El Bono contra el Hambre se distribuirá a más de cuatro millones de personas. Los recursos provienen de fuentes externas, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), cuyo monto se estima en 600 millones de dólares. Ésta suma será incluida en la deuda externa que está por encima de los 11.200 millones de dólares. Financiamiento que tendremos que pagar los bolivianos. Es como si el Bono contra el Hambre nos estarían distribuyendo en calidad de préstamo. Es que no son recursos propios de las arcas del Estado. Fue gestionado, por si haya dudas, por quienes se fueron, con el denominativo Bono Salud de 500 bolivianos. La entrega fue anunciada por personeros del gobierno de entonces, el pasado 19 de julio.

En suma: el Bono contra el Hambre permitirá la reactivación económica.

 
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