Modernidad y edad de piedra

No es necesario viajar a Estados Unidos, Japón o Londres para visitar un escenario deportivo del primer mundo, simplemente tome algún vuelo que lo traslade hasta Chuquisaca, ciudad que cuenta con monumentales infraestructuras que dejan perplejo a cualquier visitante por su vistosidad y tamaño, aunque la discusión sobre su funcionalidad es harina de otro costal.

Lo caprichoso de nuestra realidad es que una ciudad que cuenta con 223.435 habitantes aproximadamente y un universo aún más pequeño de deportistas, tiene escenarios de gran capacidad y con tecnología de última generación. Es cierto el gran pretexto que tuvieron las autoridades gubernamentales en su momento fue la organización de los XVI Juegos Bolivarianos el 2009 para derrochar todo ese caudal de dinero en la construcción de tan lujosas instalaciones deportivas.

La interrogante del millón es qué nivel de sostenibilidad tienen escenarios que sólo en el pago de servicios por un mes le cuestan al Estado alrededor de 35 mil bolivianos, cifra exorbitante si pensamos en que esos campos deportivos fueron planificados sólo para deportistas de “Alto Rendimiento”.

En busca de subsanar ese pequeño gran detalle, a alguien se le ocurrió la gran idea de crear un mal llamado Centro Nacional de Alto Rendimiento CENARD, una intensión de conjugar la Villa Bolivariana con una serie de escenarios que se encuentran a varios kilómetros unos de otros, ¿será una nueva metodología de entrenamiento?, realmente quien sabe.

El fin político justifica los medios, esa parece ser una máxima que lastimosamente ha contagiado también al deporte boliviano en su conjunto; ¿no será la hora en que el criterio técnico prime al momento de planificar infraestructura deportiva que realmente beneficie a todo el país y no sólo a una región?; y además ¿no será un llamado de atención a las demás autoridades departamentales para comenzar a modernizar los escenarios?

Hasta cuando las y los paceños deberán esperar la llegada de una autoridad deportiva que sea visionaría y que, ordenando primero la casa, comience a construir escenarios deportivos acordes a una metrópoli que alberga a más de 1000.000 de habitantes y no simplemente maquillando una infraestructura obsoleta, heredada de los bolivarianos del 77’. La interrogantes las pongo sobre el tapete ¿el elefante blanco de la zona de alto obrajes seguirá durmiendo?, ¿O el gramado del Siles terminará por desaparecer?; espero que esta pequeña reflexión no sea otro grito en el silencio de los cómplices, ¡ojala que no!