OPINIÓN

Homenaje casual... pero sincero


La Paz Fútbol Club nos dio que hablar todo este tiempo, vaya que sí, por la eterna cercanía con el descenso, por el gran papel en la parte final del campeonato que pasó, por el mal arranque en este 2012, y quién no comentó la impresionante seguidilla de partidos ganados.

Cuando todo el mundo pensaba que estaba desahuciado, de la noche a la mañana sufrió la transformación, seguro el profe Sanz no estará de acuerdo conmigo ni con cualquiera que sostenga que fue de la noche a la mañana, parecería que le estamos dando crédito a la suerte o a algún milagro y no al trabajo y capacidad de todos los protagonistas.

Que me acuerde en la mayoría de los casos cuando se habló de La Paz Fútbol Club siempre fue para criticar a su directiva por falta de pago y los retrasos escandalosos que la mayoría en este club sufre.

El D.T de La Paz, siempre señala a sus jugadores como responsables de lo bien que lo están haciendo quedar, y nobleza obliga, nosotros hablamos de la mucha capacidad que Sanz está demostrando.

Me detuve a pensar en el futbolista como protagonista en esta montaña rusa donde, absolutamente todo en su vida, baja, sube y tiene curvas peligrosas y me vi obligado a rescatar esta visión de un grande como Eduardo Galeano.

EL JUGADOR

Corre jadeando, por la orilla. A un lado lo esperan cielos de gloria, al otro, los abismos de la ruina.

El barrio lo envidia, el jugador profesional se ha salvado de la fábrica o de la oficina, le pagan por divertirse, se sacó la lotería. Y aunque tenga que sudar como una regadera, sin derecho a cansarse ni a equivocarse, el sale en los diarios y en la tele, las radios dicen su nombre, las mujeres suspiran por él y los niños quieren imitarlo. Pero el que había empezado jugando por el placer de jugar, en las calles de tierra de los suburbios, ahora juega en los estadios por el deber de trabajar y tiene la obligación de ganar o ganar.

Los empresarios lo compran, lo venden, lo prestan, y el se deja llevar a cambio de más fama y más dinero.

Cuanto mas éxito tiene, y mas dinero gana, mas preso está.

Sometido a una disciplina militar, sufre cada día el castigo de los entrenamientos feroces y se somete a los bombardeos de analgésicos y las infiltraciones de cortisona que olvidan el dolor y mienten la salud. Y en las vísperas de los partidos importantes, lo encierran en un campo de concentración donde cumple trabajos forzados, come comidas bobas, se emborracha con agua y duerme solo. En los otros oficios humanos, el ocaso llega con la vejez, pero el jugador de fútbol puede ser viejo a los 30 años. Los músculos se cansan temprano. O antes de los treinta, si un pelotazo lo desmaya de mala manera, o la mala suerte le revienta un músculo, o de una patada le rompe un hueso de esos que no tienen arreglo. Y algún mal día el jugador descubre que se ha jugado la vida a una sola baraja y que el dinero se ha volado y la fama también. La fama, señora fugaz, no le ha dejado ni una cartita de consuelo.(EG)

Sirva como reflexión para los jóvenes, como alerta para los mayores y como un justo homenaje a quienes los domingos son los responsables de nuestras alegrías y sufrimientos.

 
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