[Clovis Díaz]

Estigmatización de la institucionalidad


Aún antes de la creación del Estado, junto a las hordas salvajes, caminaba silencioso, invisible, el principio de organización social. Con el devenir del tiempo y el desarrollo de la Humanidad, aquel principio fue tornándose cada vez más indispensable. Así, por ejemplo, los clanes organizados hicieron posible la composición de la tribu y más tarde, la confederación de pueblos que alcanzaron el rótulo de naciones y Estados.

El surgimiento del Estado y variantes históricas tiene en común la organización social expresada, legalmente, en instituciones civiles y armadas. Las instituciones, constituyen el espíritu y la forma de preservar y desarrollar al propio Estado.

Es inconcebible en nuestros días la existencia de un Estado sin la presencia activa y permanente de las instituciones.

En el ejemplo particular de Bolivia, desde la creación de nuestra Patria en agosto de 1825 a la fecha, la institucionalidad es considerada como un factor político, como un aditamento ideológico-partidario de conveniencia para los gobernantes de turno. No como derecho legítimo y como engranaje indivisible del Estado.

También es cierto que algunas instituciones, ideologizadas por sus mandos, rindieron banderas en detrimento de la institucionalidad. Contra tales decisiones están presentes en la memoria de la ciudadanía las corrientes “institucionalistas” que ante la posible ruptura y alteración de su ciclo histórico, amenazaron con desobediencia o solucionar el problema anotado, fuera del marco democrático.

En el momento actual, la institucionalidad de la Policía Boliviana pisa el borde del abismo político. Todos los días, algún funcionario es sindicado públicamente de corrupción. Sean ciertas o no las sindicaciones, lapidan la vida de la Institución a tal punto que la imagen del Policía pierde credibilidad ante el pueblo. Esta podría ser una de las causas del incremento de la inseguridad ciudadana.

La estigmatización de la Policía Boliviana no es un fenómeno aislado del posible contexto comprometido en debilitar la institucionalidad nacional. Sin embargo, por su ensañamiento, reta la visión y misión de la misma Policía.

La utilización de cierta propaganda política, lanzada sin restricciones a los cuatro vientos, culpa en primera instancia, posponiendo el espíritu de la Ley que considera inocente al ciudadano, mientras no se pruebe lo contrario. Este enfoque político tiene consecuencias siniestras: arrastra sin contemplaciones a la Institución, pues ya no es solamente culpable el funcionario como individuo, sino toda la Policía Boliviana en su conjunto, como Institución.

Recordemos que la Historia no se cansa de enseñar, que un Estado con instituciones débiles, es un Estado débil. (clovisdíaz@yahoo.es)

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