[Juan Carlos Tapia]

Decisión política y la Policía


El duro y sorpresivo golpe del narcotráfico, protagonizado por Sanabria, despertó las locuaces hormonas del Presidente, que públicamente decidió la “reestructuración de la Policía”, desconcentrando de inmediato algunas reparaciones policiales, donde supuestamente los niveles de corrupción eran insostenibles. Tales medidas, de mucha expectativa, sin duda respondían al interés y preocupación de la sociedad. Ante esa decisión, extrañamente y contra sus costumbres, los miembros policiales mostraron aparente estoicismo y silencio, nadie levantó el dedo o abrió la boca, seguramente el hecho ignominioso los dejó compungidos.

Al margen del posicionamiento de la corrupción en todos los esquemas de la vida institucional, el delito policial surge como un fenómeno psicológico (lógica policial), que afecta solapadamente a todos sus niveles. Actuando individualmente, en comanditas, en grupos organizados o cualquiera sea su expresión, estos delitos son más dañinos para la seguridad pública y su patrimonio, que el daño provocado por la delincuencia común. Muchas veces el policía prohijado en su autoridad delinque, utilizando todos los medios e instrumentos a su disposición.

En otros países los delitos se manifiestan por una serie de abusos muy genuinos de ellos, ganancias privadas fabricando pruebas, chantajes, brutalidad en el combate a la delincuencia civil, se adueñan de bienes confiscados y/o allanan domicilios, tienen nexos con el narcotráfico y el crimen organizado, muchas veces por objetivos institucionales.

Es muy preocupante cómo una Policía puede concentrar tanto delito bajo su control, en todo caso no se trata de delincuencia o actitudes individuales, de malos policías o la “manzana podrida”, sino de un problema netamente estructural, a veces vinculado y encubierto mañosamente por la conveniencia del poder político. En realidad es resultado de una inapropiada estructuración institucional, que se suma a las condiciones sociopolíticas con las que forzadamente se desarrollan. Al final de cuentas el policía es un ser humano susceptible a todo tipo de influencias.

Una verdadera refundación o reestructuración inicialmente exige un cambio de mentalidad y superación de sus cuadros, con una estructura adecuada de medios y fines esencialmente policiales, capaz de enfrentar los desafíos de la tecnología cibernética, el crimen organizado y el comportamiento sinuoso y complejo de la sociedad. Antes que todo tiene que desmilitarizarse por completo, adoptando una identidad institucional genuinamente salida de la propia tierra, (evitando la desesperada competencia con los militares).

Asimismo es conveniente el fortalecimiento de la Policía con medios logísticos y administrativos, y no pequeñas dotaciones burlescas con las que el Gobierno, por su proverbial proteccionismo, la privilegia, atrayéndola como “brazo de choque” que precautela y asegura la permanencia gubernamental. Así la Policía compromete su lealtad, declarándose socialista antiimperialista, con actitudes conocidas en las dictaduras y la seudo democracia. Mañana esta lealtad también será acondicionada con el próximo que venga. Son los mandos, precisamente, los que actúan a espaldas de sus mandados, comprometiendo a su institución, cayendo en lo aberrante cuando atentan contra su doctrina, disciplina e imparcialidad política.

Sin ninguna intención agorera o de yatiri, basados en experiencias del próximo pasado histórico, vemos que de continuar este embrollo ético moral, sin control, sin crear leyes anticorrupción policial, ni mecanismos y herramientas eficaces que garanticen el control y anulación de inconductas y delitos policiales, ésto puede ser la causa, en un futuro próximo, de reacciones y asonadas peligrosas que atenten contra la seguridad interna y nacional.

Que la Policía, consciente de su potencial humano, un cien por ciento con instrucción y excelente preparación militar, se declare como un fidedigno factor de poder decisivo, con una capacidad potencial de armas y fuego, capaz de rechazar cualquier intento traumático estructural o daño institucional.

Crear condiciones para un supuesto levantamiento de dominio político institucional, con miras a las puertas del poder político e imponer otro cambio nacional, donde el crimen organizado del narcotráfico accederá con facilidad al control total de sus esquemas, gracias a su casi indirecta vinculación, que controlaría todo el sistema de inteligencia nacional, de Gobierno, Estado e instituciones, y posiblemente capaces de doblegar y someter a los militares.

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