[Manfredo Kempff]

En medio de la locura


La racionalidad no ha sido una característica de los bolivianos ciertamente, pero la verdad es que en los últimos tiempos estamos rayando en la locura. No se trata solamente de estupidez -que desde luego la tenemos- sino de una paranoia, que, repetimos, nos está acercando, cada vez más, a la insania. Ya no se trata solamente de la enajenación de los masistas, que es muy cierta y peligrosa, sino de una chifladura generalizada. ¿Por qué sobre tantas calamidades nos cae encima también este mal incurable?

Una señal irrefutable de locura ha sido lo que ha sucedido con el senador Roger Pinto, quien está refugiado en la embajada de Brasil acusado de más de veinte delitos, entre los que abundan los casos de desacato. Pues en cuanto Brasil le dio el asilo -y cuando corresponde a la Cancillería boliviana extender el respectivo salvoconducto para que el senador abandone el país- súbitamente la Ministra de Transparencia dijo de que desistía de sus acusaciones de desacato contra Pinto y que haría lo mismo el señor Vicepresidente del Estado Plurinacional. Además la presidenta de la Cámara de Diputados anunció que se eliminaría el desacato, como acción delictiva, del Código Penal.

Habría que estar locos de remate para pensar que anulando las acusaciones de desacato contra el Senador, se desvanecían las razones para otorgar el asilo. Habría que estar chalados para ilusionarse siquiera con que Brasil revertirá el asilo. Y que, en ese caso, la Embajada, sin argumentos, pondría al perseguido de patitas en la calle a merced de quienes, como el Vice, tienen el tupé de acusarlo hasta de complicidad en los asesinatos en Pando. Brasil no va a revertir el asilo ni tiene que explicar nada, por si acaso, señor Canciller. Y, con perdón del Vicepresidente, debió hacerse asesorar mejor para no caer esa loquísima expresión de que la concesión de asilo de parte de Brasil fue “desatinada”. Decir que una decisión de Itamaraty es “desatinada” es una ofensa muy grande para nuestro vecino que tiene a su Cancillería como modelo de eficiencia. Y más grave que eso resulta que S.E., siguiendo el tono de su Vice, califique de “error” la decisión brasileña y manifieste que en Bolivia sólo existen delincuentes políticos y no políticos perseguidos. Se nos ocurre que estamos ante un nuevo papelón diplomático, porque el gobierno piensa que tratar con Brasil es como tratar con las federaciones cocaleras.

Una enajenación similar sucedió con Jindal cuando ésta decidió, por puro cabreo, irse de Bolivia. Cuando anuncia que está embalando sus pertenencias y remolcando sus máquinas hacia el puerto, cuando ya ha entregado a sus trabajadores cartas de preaviso de despido porque el Estado Plurinacional no ha cumplido con la entrega del gas para montar la acería, ni con las tierras para operar, resulta que, como en el caso de Pinto, el gobierno se da cuenta de su error y ofrece nuevos términos a la empresa india casi rogándole para que se quede en Bolivia. Otra insensatez.

Pero lo anterior queda pequeño en cuanto a deschavetados, cuando oímos al flamante magistrado Gualberto Cusi insistir en que sus fallos judiciales pasarán por la lectura de la hoja de coca. He ahí lo que se ha conseguido con la tal elección popular de los encargados de administrar justicia. Ha dicho Cusi que la coca es como una enciclopedia y que “no cualquier gil lee la coca. Los que lo hacen son personas sagradas, a las que les cayó un rayo o tienen esa aptitud”. En la buena estamos con este peregrinar hacia nuestro pasado incaico. Quiere decir que el magistrado Cusi es persona sagrada, pero nos tememos que cuando le cayó el rayo, le carbonizó el cerebro.

¿Y lo del partido de fútbol con Chile no es otra locura? Eso de la brujería que ha llegado hasta la Federación de Fútbol para ser estudiado es algo para llorar. Resulta que los chilenos nos habrían ganado en La Paz porque hicieron un maleficio provocando que nuestros jugadores se enredaran en la cancha o patearan la pelota al cielo. Todo porque una limpiadora del estadio Siles, doña Olga Wiñapacu, encontró en las butacas de los hinchas chilenos, varios muñequitos con el uniforme de la selección nacional fuertemente amarrados. Claro, el pérfido maleficio produjo que nuestros futbolistas no pudieran correr y entonces nos ganó Chile. ¿Habría también muñequitos amarrados en las dos últimas oportunidades que Chile nos ganó en La Paz?

La insania de la última semana sigue con la inhabilitación de cinco concejales cruceños que durante 45 días no podrán ni saludarse y menos sesionar. Es decir que se ha paralizado el municipio más grande del país porque los locos se imponen. ¿No es hasta tenebroso y de mal agüero que la última sesión del Concejo municipal se haya realizado en una sala del Hospital Oncológico de Santa Cruz? ¿Y que una próxima sesión esté fijada en la Clínica de Parálisis Cerebral?

Así está el país, enloquecido del todo, con S.E. que cada día nos sorprende, en sus giras de pre candidato, cambiando de sombrero y de apariencia aquí y allá, en el trópico como en la montaña, sólo comparado con la variada y pintoresca cantidad de sombreros que se enchufa Don Francisco, en el show televisivo de Sábados Gigantes.

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