Muchos menores usan estas ferias para aportar económicamente en sus hogares


Mientras muchos adolescentes están ocupando parte de su tiempo libre en fiestas y caprichos otros jóvenes alteños tienen sobre sus espaldas la responsabilidad de aportar económicamente en los gastos de sus hogares.

Par muchos, en las ferias zonales de la ciudad de El Alto los más intrépidos y bullangueros comerciantes tienen escasos 15 años, aunque la responsabilidad de más 30 años de edad, pues se ven comprometidos con cubrir las necesidades de sus familias.

En algunos casos la ausencia de uno o de los dos progenitores, obliga a los menores a buscar modos de subsistencia, en otros la crisis económica provoca que los adolescentes apoyen a sus padres vendiendo cualquier producto en los sectores comerciales.

“Hace un mes que mi mamá falleció, a mi papá no le alcanza lo que gana en la construcción para mantener mi casa, así que mi hermana pidió un préstamo del banco y con el dinero me compró mis productos y ahora voy a vender a algunas ferias”, señaló Nady Quispe, vendedora de condimentos de la feria de Pacajes.

Ella ocupa todas sus mañanas a la venta y debe llegar a las ferias arrastrando su carrito de productos desde la zona Illampu.

“Vengo temprano para que me alcance el tiempo para acomodar mis productos, lo que gano llevo a mi casa, además me guardo para mi recreo y para mis útiles escolares”, aseveró Nady, quien además tiene sólo 15 años.

Asimismo, por las tardes estudia en el establecimiento primero de Mayo, ubicado en la zona del mismo nombre, pues ella tiene metas que cumplir. “Quisiera ser militar, porque con esa carrera nadie me podrá tratar mal”, añadió la adolescente.

También, Eridia Condori de 14 años de edad es otro de los casos conocidos en estas ferias, ya que ella debe atravesar circunstancias similares para poder mantener a su familia y a ella misma.

“Me levanto a las 06:00 y alisto los pollos que mi papá me compra más temprano de la agencia, tuve que aprender mucho sobre los pesos de la balanza, los precios y como partir en presas”, comentó la vendedora adolescente.

Ella tuvo que aprender muchas tareas relacionadas a su negocio, sin embargo, no faltaron algunas personas que abusan de su inocencia haciéndole incluso perder parte de la ganancia de la jornada.

“Varias veces me engañaron al momento de pagarme, una vez me dieron un billete de 100 bolivianos que era falso, toda mi ganancia se fue en eso”, acotó Eridia Condori.

De la misma manera, ella tiene sueños que espera cumplir algún día, visiones que lucha por alcanzar para ser una ciudadana mejor cada día.

“Yo quiero ser profesora porque me gustaría enseñar a los niños para que sean profesionales y que logren también ellos alcanzar sus sueños”, arguyó la pequeña comerciante.

El Estado Boliviano reconoce a las menores como trabajadoras en régimen del trabajo familiar porque desempeña actividades orientadas a la satisfacción de necesidades básicas que permitan la sobrevivencia individual y familiar, tanto en el área urbana como en la rural.

Para las leyes, el deber de los padres o responsables en régimen de trabajo familiar es cuidar que el desempeño de estas actividades no sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico y mental, asimismo, esta labor no debe poner en riesgo ni perjudicar su educación.

En ambos casos, las menores están perdiendo tiempo de esparcimientos o de juego, sin embargo, están ganado la satisfacción de ser productivas y en un futuro no les costará trabajo responder a la responsabilidades laborales.

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