Proyecto Ovnis - La Base Antártica

Aquí en los Andes

Por Pablo Santa Cruz de la Vega - Sexta parte


No es Groenlandia, son ruinas de viviendas incas en la isla de la Luna-Bolivia.
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Los Andes constituyen una de las zonas ufológicas más importantes y activas del mundo. Sin duda la cercanía con la basé antártica es un factor determinante. El rastro milenario de hiperbórea, con abundantes vestigios, que corroborarían su vinculación con tartesios y teutones, es el III Imperio Tiahuanacu del Octavo Inga Wirakocha. En el tercer tomo de la monumental y hasta el momento, única obra de estricto carácter científico que existe sobre esta “cultura”, “Tiahuanacu la cuna del Hombre Americano”, Arturo Posnansky demuestra el rastro de los vikingos en la Isla de la Luna. El estilo arquitectónico netamente europeo de viviendas y edificios públicos constituye un legado extraordinario. Como no podía ser de otra manera están presentes las Vrunas o runas de Navután, conocido en el Ande como Cacique Voltan o Vultar.

Los atumurunas o atumrunas, descendien-tes de la casa danesa de los Skiolds, que se abstenían por razones de pureza, de la mezcla racial con los quechuas, operaban rituales de iniciación que acercaban a los elegidos hacia el principio del vacío, mante-niendo el simbolismo ancestral tartesio, nórdico y germánico del laberinto y la piedra fría o altar de apachetas signadas con las runas. Algunos de los que se exponían a los rituales experimentaban la gélides del vacío, principio representado por Pachamama, la venusina; entonces sobrevenía el apuna-miento. El apunamiento como rasgo sintomá-tico se ha perdido junto al ritual de la luna fría, Aty Huañuy, quedando ahora tan sólo su asimilación cultural con el Sorojchi o mal de altura.

El imperio Tiahuanacu del Octavo Inga Wiracocha, según Posnansky, un vikingo casado con una princesa inga, llegaría a su fin abruptamente en el siglo XIII, cuando un levantamiento encabezado por el Cacique Kari y la casta sacerdotal diaguita, movilizo cientos de pueblos en su contra; los atumurunas fueron cercados en la región del antiguo Omasuyos, y vencidos por hambre, serían degollados en sacrificio a orillas del lago Titicaca.

Una pequeña élite iniciada en las Vrunas o runas de Navután escaparía del exterminio, adentrándose en refugios subterráneos o chinkanas. Luego de unos años emprende-rían un largo viaje con los supervivientes hacía el valle Calchaquí y las Sierras de Characato en la Argentina.

Con la llegada de los conquistadores españoles y acompañándolos, oleadas de sacerdotes judiocristianos, serían destruidos los “ídolos” paganos de sus milenarios alta-res. Estas esculturas “ensortijadas de serpientes”, según las crónicas de Fray Alonzo de Gúzman, nuevamente nos remiten a la gorgona tartesia y el misterio de las runas.

Los Skiolds, vikingos daneses, se habrían embarcado en 220 drakares y navegado hasta el estuario del Río de La Plata en el siglo IX, escapando del judiocristianis-mo que por ese entonces erradicaba a sangre y fuego el paganismo de Europa.

Esto es muy coincidente, pues cabe recordar a la colo-nia vikinga de Groenlandia compuesta por 10.000 perso-nas, que llegaron también en el siglo IX, después de una gran travesía a la cabeza de Erick el Rojo, justamente, escapando de la persecución judiocristiana, y que desapa-recieron sin dejar rastro algu-no de la forma más misteriosa. Según John Dee los “ángeles” le habrían mostrado en Groen-landia una “puerta a otros mundos”, por lo que sugirió a la Reina Elizabeth una expedición armada para tomar posesión de esa isla. Al parecer los vikingos sabían de su existencia, habrían forzado esa puerta y desaparecido de este mundo contexto. ¿Hacía el Walhalla?

Como sea, es inconcebible que todos estos hechos de trascendental importancia pa-ra la historia de los pueblos latinoamericanos de hoy, ha-yan sido totalmente expurga-dos y escondidos, hasta el punto de su desaparición cultural, excepto en el folklore de los pueblos andinos, que aún mantienen vivos muchos simbolismos de esta grandiosa historia perdida. Al respecto algunos de los lectores recordarán la gran emergencia de la Diablada Veganista, que pretendía rescatar este legado. El baile de la Diablada es, afirmamos con seguridad, un recuerdo del arribo de los vikingos y toda su mística rúnica, al incario.

Como hemos podido constatar, la gran actividad ufológica en la zona está ratificada por el ancestral legado que los pueblos del pacto de sangre que llevan el signo del Origen, dejaron a lo largo del Ande. Ruinas, por lo visto hasta aquí, muy posiblemente atlantes, de colosal antigüedad que se extienden no sólo en la meseta altiplánica, sino en los valles subtropicales y tropicales del amazonas.

“La Crónica de Akakor” de Carl Brugger, refiere una serie de elementos y pautas sobre la ubicación de grandes ciudades subterráneas construidas por los “dioses” y restos de “zigu-rats” que podrían considerarse como huellas de un pasado atlante de la humanidad en Sudamérica. Una de estas marcas es Samai-pata, en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, ubicada a 120 kilómetros al sudoeste de la capital Santa Cruz de la Sierra, es en la actualidad uno de los centros más activos de avista-miento ovni del mundo. Si bien los incas nombran a este pucara como frontera del Tawantinsuyo, no hay duda de que las ruinas líticas son colosalmente más antiguas.

Es bastante significativo que las zonas de actividad ovni sean aledañas a pucaras y restos líticos con grandes menhires y cromlesch, que para los que piensan que sólo existirían en el Cáucaso, Suecia, Noruega, Finlandia o Islandia, están dise-minados en varios lugares de América Latina, sobre todo de Bolivia, Paraguay y la Argentina. Es en este país donde el Cerro de Uritorco y las sierras de Characato en la provincia de Córdoba, han sido testigos silentes de varios avistamientos comprobados.

Hemos reservado este acápite para presentar el testimonio de un avistamiento ovni de singu-lares características. Si bien es cierto que hubiéramos podido extractar relatos de diversas fuentes, nuestra intención ha sido brindarles algo nuevo y avalado por la constancia y veracidad que representa para nosotros un testigo no sólo conocido, sino especialmente vinculado por la nobleza conse-cuente de sus hechos y actos, que desde ya deben ser tomados por ciertos y veraces.

Dichos avistamientos tuvieron lugar precisa-mente en Santa Cruz de la Sierra y el pueblo de Samaipata. “Entre los hechos acontecidos o recuerdos más significativos en mi vida, vienen tres a mi memoria”.

El primero aconteció en el año 1978, apro-ximadamente entre los meses de agosto y septiembre. Cuando por su definición, hoy podemos decir que fue en la hora que no es ni de día ni de noche. Vivía en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, la zona era Las Palmas, preguntando a mis padres con el afán de recabar mayor información acerca de la direc-ción de nuestro domicilio, lo único que pude averiguar es que las calles no tenían aun nombres ni la avenida principal tampoco, a esto añadir que no llegó ni el pavimento ni empedra-do, etc. Sólo agua y luz para mantener algo de respeto por aquel lugar.

Nuestra casa, una sola planta, similar a una casa de campo, hacia la izquierda dos casas más similares y a continuación el monte que nos llevaba por un sendero hacia el Country Club. A la derecha la calle y la casa de nuestros muy queridos y recordados vecinos. Frente a nuestra casa un bosquecillo y más monte. (Norte)

Como ya mencioné, a la hora en que no es de día ni de noche, un objeto luminoso de gran tamaño se aproximó a gran velocidad y se detuvo encima de los árboles frente a mi casa, tenía la forma de un cigarro, emitía una luz blanca noblemente hermosa y perma-neció en este estado inmóvil por largo tiempo, hasta que de su extremo derecho –desde mi punto de vista- surgió otra nave que también emitía una luz blanca pero intermitente. Luego, surgieron del otro extremo de la nave varias luces pequeñas de colores, blanco rojo y verde que paseaban alrededor de la nave principal. Estuvieron así por varios minutos más, para en un momento ingresar por donde salieron y desaparecer todos hacia el este. Este objeto o nave, antes de detenerse en mi casa, fue visto en todo su trayecto por toda la carretera norte del depar-tamento y fue una noticia que salió en la prensa local.”

Testimonio de Daniel Rodrigo Guerra Grundy, uno de los testigos de avistamiento del “Andrómeda Gërat” en Bolivia.

Contacto: Cel: 705-48973

Mail: pablowild@gmail.com

 
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