Fortalecer la Agricultura Familiar para retomar el rumbo de la Seguridad Alimentaria

Juan Carlos Alarcón y Nancy Camacho

I

La Organización de Naciones Unidas declaró el 2014 como Año Internacional de la Agricultura Familiar (AIAF) para reconocer, valorar y visualizar su importancia y aporte en la reducción de la pobreza y la fundamental contribución a la seguridad alimentaria mundial. El objetivo del AIAF es promover nuevas políticas de desarrollo, sobre todo a escala nacional, que ayuden a las y los agricultores familiares y a pequeños productores a erradicar el hambre, reducir la pobreza rural y seguir desempeñando un papel importante en la seguridad alimentaria mundial gracias a la producción agrícola, pecuaria, agroforestal, recolección, pesca, pastoreo y producción acuícola.

Según datos del Foro Rural Mundial (FRM, 2013) en el mundo alrededor de 1.500 millones de personas se dedican a la agricultura familiar, quienes producen el 70% de los alimentos de forma sostenible y respetuosa con la naturaleza; el 40% de los hogares del mundo depende de la agricultura familiar como forma de vida y fuente de empleo, de este modo contribuye a: a) estabilizar la población en las zonas rurales, b) preservar los valores culturales históricos, y c) a generar renta y consumo. 357 Millones de personas dependen directamente de la pesca en pequeña escala, que da empleo a más del 90% de los pescadores de captura del mundo; ayudan a conservar una diversidad de 7.000 plantas para atender las necesidades, cuando hoy no más de 150 especies son cultivadas comercialmente, de las cuales 30 constituyen el 90% del aporte calórico a la dieta humana y sólo cuatro (arroz, trigo, maíz, papa) representan más de la mitad de esa contribución calórica.

Las mujeres aportan una proporción considerable de la mano de obra agropecuaria en los países en desarrollo, y en zonas pobres y de alta migración, son las responsables directas. La FAO estima que esta cifra asciende al 43%, mientras que Unifem calcula que está entre el 60 y 80%. Las y los agricultores familiares explotan también una parte importante de las tierras cultivables del planeta; los promedios regionales son: 85% en Asia, 62% en África, el 83% en Norteamérica y Centroamérica, 68% en Europa y 18% en América del Sur (FAO, 2014).

Sin embargo, el 76% de los habitantes más pobres de nuestro planeta vive en las zonas rurales y su principal fuente de ingresos es la agricultura; hay en el mundo unos 842 millones de personas que pasan hambre, y tres cuartas partes de ellas viven en las zonas rurales (FRM: 2013).

En Bolivia, existen aproximadamente 775.000 Unidades Productivas Agropecuarias (INE, 2008) de este total, aproximadamente 728.500 (94%) están representadas por productoras y productores indígena originario campesinos –en muchos casos agrupados en organizaciones económicas campesinas (OECA), quienes contribuyen en un 36,8% a la demanda interna de alimento, el sector productivo empresarial y semiempresarial aporta con el 44% y la importación cubre el 19,2% restante (Cedla, 2010).

Según datos de la FAO la agricultura familiar en Bolivia principalmente aporta en un 70% de arroz, 45% de hortalizas, 70% de maíz, 40% de leche, y casi un 100% de papa y yuca (FAO, 2014). En décadas pasadas (años 70s y 80s) los pequeños productores campesinos aportaban y contribuían al abastecimiento de alimentos a los mercados nacionales entre 70 y 80% (Cedla, 2010).

La Agricultura Familiar (incluyendo todas las actividades agrícolas basadas en la familia) es una forma de organizar, que es administrada y operada por una familia y, sobre todo, que depende preponderantemente del trabajo familiar, tanto de mujeres como de hombres. La familia y la granja están vinculadas, co-evolucionan y combinan funciones económicas, ambientales, sociales y culturales.”

El 81% de los ingresos de las Unidades productivas campesinas indígenas en Bolivia proviene de las actividades agropecuarias –agricultura, ganadería, silvicultura, pesca, caza y forestal; el 19% restante se divide en 9% para ingresos provenientes de la Venta de Fuerza de Trabajo y 10% para ingresos provenientes de Otros Ingresos (Cipca: 2011). Estos datos nos muestran que la actividad económica principal es la agropecuaria con un manejo integral y sostenible de los recursos naturales de un territorio determinado.

Pese a este conjunto de aportes, la Agricultura Familiar enfrenta una serie de dificultades y retos: dificultad de acceso a recursos e insumos, falta de servicios de comercialización, falta de capacitación y financiación, volatilidad de precios, escasa participación en los procesos de toma de decisiones, etc. Todo ello se plasma en una falta de reconocimiento (de la sociedad y del Estado) del papel estratégico que desempeña. En este sentido son esenciales para que la agricultura familiar prospere: las condiciones agroecológicas y las características territoriales; el entorno normativo favorable a este sector; el acceso a los mercados; el acceso a la tierra y a los recursos naturales; el acceso a la tecnología y los servicios de extensión; el acceso a financiación; las condiciones demográficas, económicas y socioculturales, y la oferta de educación especializada.

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