[Rodolfo Becerra]

El respeto al derecho ajeno es la paz


Esta frase se la atribuye a Benito Juárez, político liberal mexicano que la pronunció en un manifiesto después de su ingreso triunfal a México, tras la derrota y fusilamiento de Maximiliano I, en l867; aunque el concepto ya fue enunciado tiempo atrás por el filósofo alemán Enmanuel Kant en su obra “La paz perpetua”

Pero debemos admitir que este concepto apareció en la sociedad humana desde que se desterró los abusos de los más fuertes, con la aparición de los valores como bienes universales de convivencia social humana y se dictó leyes de comportamiento. Así surgieron los Mandamientos de Moisés, el Código de Hamurabi, esa trilogía quechua que hoy se exalta como gran mérito y otras, cuando es sabido que las leyes surgen como consecuencia de la dislocación y la corrupción de un agregado social, es decir que la ley no se anticipa al delito.

En los pueblos más civilizados el respeto al derecho ajeno es una práctica más observada, como corolario de otros valores morales que por la educación y la cultura impone la sociedad. Es la fórmula más alquitarada de la convivencia pacífica y de la armonía social.

Mas, en pueblos atrasados, el irrespeto a los derechos ajenos campea, ya sea amparado por el poder político o por la riqueza, imperando con soberbia y envanecimiento y porque la debilidad o ignorancia de las personas débiles socapa en su perjuicio. En pueblos donde surgieron los gobiernos autoritarios, como en la República Dominicana, Nicaragua o los llamados paraísos socialistas, como la URSS, Cuba, China comunista o Corea del Norte, el respeto al derecho ajeno se transgredió desde el Gobierno de los déspotas y de sus grupos de acólitos ensoberbecidos. En esos Estados no podía existir el respeto al derecho ajeno, porque esta fórmula está íntimamente ligada a otro principio fundamental, que es la libertad, que podemos decir es su bien paralelo.

En las comunidades de Bolivia en general, el respeto al derecho ajeno se lo cultiva, como un derecho natural, pero éste se rompe cuando surge alguno que lo distorsiona por intereses de grupo o personales, arrastrando a los demás en esa vorágine mal direccionada.

Por eso, en los últimos tiempos, con la aparición de personajes nefastos se lesiona con afrenta el derecho ajeno, no sólo en cuanto a bienes materiales, sino también ese otro patrimonio inmaterial que es la dignidad y la honra, sobre lo que el Art. 22 de la Constitución Política del Estado proclama: “La dignidad y la libertad de la persona son inviolables. Respetarlas y protegerlas es deber primordial del Estado”; principio que está lejos de entronizarse en el país, porque vemos cómo con la mayor impunidad se avasalla y despoja el patrimonio ajeno y se acude a la difamación y a la calumnia para lastimar lo más sagrado que tienen las personas, su honor y su dignidad.

Y lo más lamentable es que tenemos un sistema judicial tan venido a menos, que acudir a él es un verdadero calvario, ya que después de iniciado, uno se arrepiente de haber buscado el amparo legal; pues el procedimiento está diseñado para los subterfugios que favorecen al delincuente. Peor es la desgracia cuando el delincuente se ampara en la política; entonces, el más inocente resulta ultrajado y condenado.

¿Cómo y desde cuándo ha caído tan bajo la protección de los derechos en Bolivia? Tenemos que admitir que siempre hubo el abuso de la fuerza, el contubernio de intereses para aplastar a los débiles e inocentes; pero ahora estamos presenciando que se pisotea el derecho con demasiado descaro. ¿Quiénes son los culpables? No es sólo el Gobierno el primero en violentarlo y atropellarlo. ¿Los jueces y fiscales?, tienen mucha culpa, desde luego, porque son los que aplican la norma, pero están también los abogados, esa clase a la que otrora se llamaba de los togados, pero ahora cualquiera destiñe esa honrosa túnica. Por eso, al recibir la distinción de los 50 años de ejercicio profesional, me felicitaron diciendo que debía sentirme orgulloso del acontecimiento, respondí que no era así, porque llegaba a esa media centuria muy desencantado de la abogacía.

Entonces, como ya dijimos en otra nota, no es con nuevos códigos o mejores leyes (que no son siempre los más adecuados) que vamos a mejorar nuestra sociedad y conseguir esa panacea de la consagración de la justicia, si no cambiamos la moral social y no seleccionamos y mejoramos a los que ejercen la noble profesión de la abogacía, que debe ser el primer tamiz donde se cierna lo bueno y lo malo del espectro social. No olvidemos que el Juez o Fiscal primero es abogado y como sea éste, será la autoridad que imparta justicia. Por eso los que estudian Derecho deben debe ser seleccionados por la disposición ética y moral de los candidatos y se debe restringir a lo mínimo las Escuelas de Derecho, porque necesitamos técnicos, médicos y educadores para construir este país.

bdlarltd@hotmail.com

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