Aunque es evidente que rige en el país la economía capitalista del libre mercado, donde la oferta y la demanda deriva en la fijación de precios de artículos y servicios, hay que convenir en que hay mercadería, nacional o importada, que sube precios periódicamente. Uno de los casos es el de los medicamentos, cuyos precios, en muchos de los productos, sufren elevaciones periódicas hasta hacer difícil su adquisición, especialmente para las personas que no tienen seguro o es poca su capacidad adquisitiva.
Es evidente que en los últimos años el costo de vida ha subido excesivamente en el país, sin parangón con la cotización del dólar -inalterable desde hace varios años-, con los índices inflacionarios y cuyas consecuencias podrían dar la razón a productores e importadores, pero no hubo tales extremos. Los medicamentos ocupan lugar preferente en las elevaciones porque “suben de día en día” como señala el lamento popular. Aunque no sea en el diario vivir que hay elevaciones, hay que lamentar que nunca se puede retornar a una farmacia pasados pocos días o semanas sin encontrar que hubo elevación de precios.
Muchas veces, las autoridades han expresado tener conocimiento de la especulación que se hace con los medicamentos; pero, lamentablemente, a nadie en el Gobierno se le ocurrió llamar la atención a las empresas productoras o a los importadores de medicinas por el abuso que cometen y que atentan contra la economía popular. Habría que preguntar: ¿cuánta población tiene seguro médico y farmacéutico? Es la minoría que está dentro del sistema nacional o en los seguros privados. ¿Cuánta población asegurada recibe los medicamentos recetados que, generalmente son de mala calidad o a punto de expirar su fecha aceptable de consumo? En la mayoría de los recetarios del sistema nacional de salud, no hay lo recetado y es preciso recurrir al propio presupuesto para adquirirlo y a precios prohibitivos.
Las recetas de los galenos están sujetas a precios altos en las farmacias que, además, han proliferado en el país, seguramente porque parece ser un gran negocio justamente porque cobran lo que les parece a las empresas productoras y a los importadores. Quienes viajan a países vecinos encuentran que pueden adquirir medicinas a precios infinitamente más bajos que lo que se vende en el país y ello determina que el contrabando haya incursionado en este rubro y venda productos sin receta médica, en sitios públicos y al “gusto del consumidor”; no faltan los casos en que se venció el producto, y mucho público, ante la frase que da confianza al comprador -“tiene tres meses todavía de vencimiento”- el medicamento es comprado y consumido.
Es preciso que las autoridades de Salud, especialmente del Gobierno, tomen carta en este problema de precios de los medicamentos, cuya subida es permanente y es, además, atentatoria contra la economía de quienes no cuentan con seguro o de quienes suplen productos que no existen en la farmacia de la seguridad social.
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