[Armando Mariaca]

Servir con amor, honradez y responsabilidad


Fueron posesionados gobernadores y alcaldes elegidos en las elecciones del 29 de marzo; hubo expresiones -incluidas las del Presidente de la República- en sentido de que llegó el tiempo de acabar con las confrontaciones, las campañas, las acusaciones y las rivalidades; que es tiempo de construir haciendo abstracción de los instintos para destruir. Se debe entender que en la vocación e intención de cada uno de los posesionados como autoridades, existe la suficiente conciencia de país y vocación de servicio que se expresó en muchas oportunidades de las campañas.

Para la comunidad nacional, las confrontaciones político-partidistas son negativas, destructoras de condiciones mínimas de respeto, consideración y educación que debe existir en quienes, se supone, deben estar imbuidos de los mejores sentimientos e intenciones. Lamentablemente, es reprochable que no siempre se obre conforme a promesas, juramentos y manifestaciones de armonía y concordia y, ante mínimas situaciones, se reaccione indebidamente y se recurra, otra vez, a reproches y conductas malsanas, conductas que no tienen razón de ser y que, en cualquier caso, podrían ser cimiento para nuevas posiciones contrarias a la armonía, la concordia, la paz y unidad que deben primar entre todas las autoridades.

Mucho se ha hecho y dicho durante las campañas tanto para las elecciones de octubre como para las últimas de marzo: se ha mostrado que las dotes de concordia, amor, honestidad y responsabilidad no siempre son adorno y virtud de los candidatos, casi siempre inclinados “a vivir del error ajeno mostrando virtudes relativas” que, al final de cuentas, deberían convertirse en valores. La demagogia y el populismo, las poses chauvinistas y petulantes son parte del actuar de quienes deberían conservar serenidad, equidad y comprensión hacia los demás. Muchas veces, cada quien parece mostrar que es preferible la discordia y no la concordia.

Sin embargo, habría que esperar que todo lo malo pasado y presente, quede en los malos recuerdos y que sirvan como experiencias irrepetibles. Partir del principio de que es propicio el tiempo para aprovechar las virtudes y valores que tengan gobernadores, alcaldes y sus colaboradores; que todo lo enunciado por ellos como intenciones, conductas y procedimientos futuros estén enmarcados en comportamientos dignos. Que cada uno de ellos entienda que la autoridad de que han sido investidos no debe ser instrumento para beneficio personal, ni de grupos ni de partidos sino que debe ser medio para el servicio realizado con amor, vocación, eficiencia, eficacia y honestidad; de otro modo, querría decir que el pueblo que votó se equivocó nuevamente y que las esperanzas albergadas para mejores tiempos no tenían razón de ser.

Hay muestras, de inicio, que la soberbia y petulancia ataca a algunos que aún a mucho tiempo de un nuevo proceso electoral, parece que buscan iniciar su gestión con frases que sólo muestran ambiciones con miras a conseguir en lo mediato situaciones mayores de poder y, así, muestran cuán poco harán en estos años que seguramente piensan iniciar campañas que no corresponden; un tiempo que debe ser para el trabajo, la unidad con obras, la urgencia de hacer gestión con buenas administraciones y alejados de populismos y demagogia que no hacen bien a nadie. Quienes hagan gala de soberbia y petulancia no harán otra cosa que mostrarse indignos de la voluntad y confianza del pueblo que, en todo caso, merece recibir seguridades de que podría confiar en los políticos y sus partidos que demuestren idoneidad y capacidad con honestidad y responsabilidad.

Tanto en gobernaciones como en alcaldías, hay muchos errores que rectificar del inmediato pasado y mucho que hacer: trabajar, construir, administrar, producir en concordancia con las autoridades del gobierno. Debe tomarse conciencia de que las luchas de clase, los complejos, la desidia, las ambiciones y la corrupción son males que deben desecharse. Sólo la armonía y la compostura diáfana, honrada y responsable permitirán superar lo malo y corregirlo.

Las declaraciones del Presidente de la República en la posesión de las nuevas autoridades, fueron alentadoras y es de esperar que, desde su gobierno, haya el suficiente caudal de valores para trabajar mancomunadamente, habida cuenta que es el país lo más importante y lo único que interesa porque los partidos políticos, si bien necesarios para la vigencia de nuestra democracia, no dejan de ser circunstanciales, momentáneos y deben estar al servicio del país que es lo único cierto y eterno para las actuales y futuras generaciones que esperan una administración constructiva en aras de un desarrollo armónico y sostenido.

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