[José Alberto Diez de Medina]

¿Resultará el plan para perpetuar el gobierno en el poder?


En una reciente noticia difundida por la Agencia de Noticias Fides (ANF), se informa que para el partido de gobierno no es necesario mayor debate en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) para aprobar con sus dos tercios, una ley de convocatoria a referendo para modificar parcialmente la Constitución Política del Estado (CPE) que viabilice la reelección del presidente Evo Morales y del vicepresidente Álvaro García Linera. Así, todo parece indicar que, al más claro estilo de los anteriores gobiernos, se pretenderá otra vez tomar por sorpresa al pueblo.

Entre las razones que se utilizan para convencer a los incautos figuran principalmente dos: 1) Que con el actual binomio hay más opciones para obtener un resultado favorable de la demanda marítima en La Haya y 2) que solo Evo y Álvaro podrán garantizar una economía estable y en crecimiento.

En relación con la primera, quizás sea bueno preguntarse antes que nada: ¿Cuál será el mejor resultado posible en este caso? Si, como sabemos, este se refiere a obligar a Chile a negociar con Bolivia una salida soberana al mar, las preguntas que siguen deberían ser: ¿En cuánto tiempo? ¿A cambio de qué? En la medida en que las respuestas a estas interrogantes van más allá de la capacidad del “binomio estrella”, y dependerán de la voluntad de la otra parte, queda claro que esta primera razón no parece muy convincente.

Respecto a la segunda, es notorio el apuro de los jerarcas de turno para resolver este punto a la mayor brevedad posible, es decir antes de que se sienta con mayor fuerza el desmoronamiento económico, que ya ha empezado y que se intentará sostener, en el peor de los casos, hasta diciembre de este año y, en el mejor, hasta mediados del próximo.

Conviene anotar, sin embargo, que nada de esto será necesariamente gratuito. En la actual coyuntura económica, la base de la estabilidad viene dada, entre otras cosas, por el mantenimiento de un tipo de cambio fijo que, ligado a la bolivianización de la economía, seguirán permitiendo controlar la inflación.

Pero, el éxito de esta política no solo está vinculada a la voluntad del gobierno de continuar sometiendo a las pocas empresas exportadoras de bienes no tradicionales que quedan en el país a los rigores de una competencia internacional sobredimensionada en virtud de las recientes devaluaciones en economías donde dichas empresas venden sus productos. Pasa también por una situación de oferta suficiente de divisas que no está garantizada ni mucho menos, tal como se puede evidenciar con datos (del INE) correspondientes a la balanza comercial para los primeros 7 meses del año que después de mucho tiempo reflejan cifras negativas.

Adicionalmente, como he argumentado en un anterior artículo, en un afán desmedido por mantener el crecimiento, ante la caída de los ingresos fiscales provenientes de las exportaciones, y en una lógica ultra-keynesiana, el gobierno intentará introducir mucho dinero en la economía vía inversión pública solventada por deuda interna a través del Banco Central de Bolivia (BCB) o deuda externa onerosa financiada por ciertos organismos internacionales, y/o gasto corriente, asegurando, por ejemplo, el pago del segundo aguinaldo que, irónicamente, contribuirá al cumplimiento de la meta de crecimiento del gobierno, cuando en condiciones normales tendría que haber sido al revés.

Aunque todo esto tendrá un efecto directo en el aumento de la demanda interna y en el mantenimiento del crecimiento, puede que ocasione al mismo tiempo un endeudamiento interno y externo descomunal acompañado de un descalabro definitivo de las últimas empresas privadas rentables que quedan en Bolivia, llevando a la economía a partir de 2016 hacia límites intolerables de desempleo y estancamiento económico, lo que, a su vez, podría poner en riesgo la propia estabilidad macroeconómica del país tan ponderada por el gobierno.

Si vemos, entonces, las cosas con cuidado, la segunda motivación es tan o más débil que la primera, por cuanto los diferentes sectores más afectados por la crisis (pequeñas y medianas empresas, comerciantes de ropa usada, departamentos extractivistas, economía informal, desempleados, etc.) muy pronto empezarán a demandar cada vez mayor apoyo, más allá de canchas de césped sintético y sedes de sindicatos, y el gobierno se verá cada vez más limitado para satisfacer estos pedidos, lo que con el tiempo mermará la afinidad de muchos con el “binomio estrella”. De ahí la importancia para el gobierno de que se defina cuanto antes la re-re-re y de ahí también la necesidad de que el pueblo abra los ojos más temprano que tarde.

El autor es economista.

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