Porque se puede, nadie sin hogar

Carlos Miguélez Monroy

“Mi vida ahora es la de una persona normal. Trabajo, tengo mi casa, no vivo en una habitación, tengo un piso en alquiler con mi pareja, que también trabaja. He recuperado la confianza de mi hijo”, cuenta quien fuera una persona sin hogar durante mucho tiempo.

Con motivo de la Campaña de las Personas Sin Hogar 2015, dentro de unos días se celebra un acto convocado por la Federación de Asociaciones de Centros para la Integración y Ayuda a Marginados (Faciam), Federación de Entidades de Apoyo a las Personas Sin Hogar (Fepsh) y Cáritas Española. Bajo el lema “Porque es posible, nadie sin hogar”, la campaña plantea que es posible erradicar el problema con un cambio de modelo, que requiere unos medios y voluntad política. Diversos testimonios lo confirman cuando se ofrecen los recursos de atención adecuada.

Hace unas semanas, el gobierno aprobó la Estrategia para Personas sin Hogar. Aunque ésta ha recibido críticas, el problema no había estado en la agenda de los representantes políticos a este nivel. Esto demuestra la contribución del voluntariado como movimiento ciudadano y participativo en los avances de los últimos años.

Promueven desde hace años la labor a pie de calle con estas personas y han contribuido en la denuncia de la situación de las personas sin hogar, en campañas de sensibilización y en trabajo en red. Las organizaciones sociales han canalizado esas ganas y esa voluntad de construir un mundo mejor no sólo con el café y la conversación de personas voluntarias, sino con la ruptura de prejuicios por medio de cambios de actitud y de dar a conocer la realidad de tantas personas que viven en la calle…

El éxito de iniciativas alternativas a los albergues para personas sin hogar plantea la oportunidad de implantar modelos como Housing First, ideado en los años ‘90 en Estados Unidos. Consiste en proporcionar una vivienda estable a las personas sin hogar para que puedan reconstruir su vida y salir de la calle de forma permanente. Este modelo ha tenido resultados positivos en ciudades de Estados Unidos y Canadá.

Dar vivienda a una persona sin hogar cuesta 20.000 dólares al año, mientras que los recursos para una persona que está en la calle cuestan 100.000. Así lo sostiene Ted Clugston, alcalde conservador de una localidad canadiense. En un principio se oponía al plan, pero ahora reconoce su eficacia Medicine Hat, donde casi no se ven personas en las calles. En 2009 había casi 1.000 personas en esa situación. La ciudad de Houston dio hogar a más de 3.500 veteranos de guerra que habían acabado en la calle a causa del estrés post-traumático. Además de un espacio físico, este modelo se puede perfeccionar con la disponibilidad de trabajadores sociales y de especialistas para atender distintas necesidades de personas acostumbradas a perder.

Se necesita un espacio físico para cubrir la necesidad de seguridad e intimidad de las personas para reconstruir una vida de-construida y hecha añicos por problemas económicos que casi siempre se suman a los emocionales. Las personas acaban en la calle casi siempre tras una serie de experiencias traumáticas, por adicciones al alcohol y a las drogas. Abundan casos de enfermedad mental como detonante o como consecuencia de experiencias en la calle. El modelo Housing First parte de que una vivienda digna contribuye al desarrollo integral del ser humano, favorece su pertenencia a un espacio físico y a una comunidad donde poder compartir tiempo libre, cultura, afecto y ocio.

Una vivienda digna no es un lujo ni un objeto para la especulación como pretende la doctrina neoliberal, sino un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por la Carta Social Europea y por constituciones de muchos países, entre ellas la española. Está en juego la dignidad de las personas sin hogar y la de quienes tienen que hacer valer los derechos de todos.

El autor es periodista y editor en el Centro de Colaboraciones Solidarias.

Twitter: @cmiguelez

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