Referéndum forzado


 

La experiencia humana siempre deja enseñanzas, si los actores políticos no las asimilan corren riesgos estériles e incluso pueden tropezar y, a veces, hasta caer de las torres de marfil que creen haber construido.

Esto precisamente sucedió con el referéndum del domingo, que se propusieron imponer al país, sin medir las consecuencias que podría acontecerles, a pesar de sus ya conocidas manipulaciones para “ganar” las votaciones ciudadanas.

Esta vez, empero, se encontraron con una sólida muralla decisoria de la mayoría democrática. Cuidó ésta hasta los últimos resquicios, no sólo para evitar que las autoridades electorales incurran en las ya acostumbradas violaciones, sino en las propias mesas de votación. No sólo del área urbana, sino también del rural, donde los votantes suelen aparecer más que los electores habilitados.

Es muy posible que hubieran seguido vigentes estos recursos en algunos lugares, pero hubo dos parapetos, al parecer en la mayoría de las poblaciones del campo. La primera, los desengaños que han ido sintiendo en carne propia. La segunda, la oposición política y cívica se empeñaron en tener por lo menos cierta presencia en los recintos electorales de esa área.

De otra manera, no se puede explicar que al menos dos encuestadoras hubieran podido recoger resultados de boca de urna en buena parte de los departamentos, como efecto de lo cual coincidieron en establecer que en seis de ellos se impuso el NO y sólo en tres el SÍ, aunque en este último caso por muy estrecho margen, al punto de que sí puede decirse que hubo un empate técnico. Los detalles están registrados en la edición de EL DIARIO de ayer.

Empero, el TSE también supo actuar con mayor realismo y respeto al voto ciudadano, de tal manera que en el conteo rápido que efectuó la noche misma del domingo llegó a determinar que en el 72,5% de los escrutinios se impuso el voto por el NO. Algo más significativo aún, que la diferencia entre las dos opciones en pugna, a nivel nacional, en la que el NO aventajaba por el 56,5% al SÍ, que apareció con solamente el 43,2%.

Con estas cifras, la perspectiva está marcada en forma inequívoca. La victoria del NO, dentro y fuera del país, resultaría ser incuestionable. Pues, la elocuencia de los datos internos es muy indicativa, en tanto que en los 33 países a donde se extendió la votación para el referéndum ha sido fuertemente expresiva. El NO en 73 ciudades logró el triunfo del 66,11%, contra el 33,89% del SÍ, de acuerdo con los resultados preliminares que dio a conocer el Tribunal Electoral, desde Sucre, alrededor de la medianoche.

A modo de conclusión provisional, queda de manifiesto que a los bolivianos les resultó inadmisible que para satisfacer las ambiciones de dos personas, el Presidente y el Vicepresidente, empeñados en permanecer en el poder sin límite alguno, se altere el contenido del artículo 168 de la Constitución, que prevé solamente una reelección.

En la ocasión, el afán de poder intentó borrar con el codo lo que hicieron en 2009, ser autores de la misma Constitución que ahora quisieron cambiarla, exclusivamente en interés propio y en desconocimiento del sentir ciudadano.

Esta vez, la malignidad que caracteriza a los estrategas del entorno gubernamental fracasó estrepitosamente.

Dadas todas estas circunstancias, a la actual gestión de Gobierno le quedan aún cuatro años para cumplir el mandato que recibió en las viciadas elecciones generales de octubre de 2014. En este punto, los bolivianos siguen sin explicarse por qué adelantarse tanto para tener asegurada su nueva reelección para el período 2020-2025. Algún día se conocerá lo que hubo detrás de semejante fracaso. La historia por lo general no guarda por siempre las reservas y encubrimientos.

De inmediato, es difícil aún predecir la forma en que el régimen vigente asuma las consecuencias del referéndum forzado que se empeñó en llevar adelante, aun contra viento y marea. En todo caso, sus posibilidades se reducen a dos. Asimila el golpe y modifica sus estrategias políticas y administrativas o persiste en hacer que permanezcan sin reforma alguna.

En todo caso, los bolivianos dieron a conocer su posición a favor de la libertad y la democracia y rechazo a la corrupción, el autoritarismo y el despilfarro de los recursos nacionales.

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