Sobre la enfermedad de la universidad pública

Jorge Roberto Marquez Meruvia

Jorge Luis Borges mencionaba en una de sus clases dictadas en la Universidad de Belgrano lo siguiente: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación”. Para él, su concepción de paraíso era muy particular, era una biblioteca.

Para comprender los problemas que suceden ahora con la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, dilemas, los cuales son parte de toda la universidad pública en su conjunto existe un texto, el cual debería ser revisado por el público en general.

Octavio Gutiérrez Figueroa y Enrique Fernández García publicaron Universidad Enferma en diciembre de 2003. Sus autores mencionan en sus páginas… “es un libro concebido como un instrumento con el cual pretendemos hacer llegar hasta la conciencia de nuestros lectores, la difícil situación por la que atraviesa una institución tan importante como es la Universidad Pública en Bolivia. Anhelamos que cada quien a su turno, y en la medida de sus posibilidades, pueda contribuir a nuestro propósito de que todo lo que en él se describe, se encamine al urgente y necesario cambio de actitud de quienes son y serán parte de este problema”.

El libro es un examen sincero e incómodo de sus protagonistas, surgió del seno universitario para constituirse en una autocrítica que debería de ser tomada en cuenta.

Los temas tratados son tan reales como los personajes que cobran vida en los recintos de la universidad boliviana. Sin temor y de manera frontal describen todos los males que se adueñaron de la universidad. Evidencian que existe una fuerte crisis dentro las universidades públicas, lo lamentable, ante tan negro panorama, es que nadie hace algo para cambiar ese macabro escenario. La mediocridad, el facilismo, el desinterés, la inútil burocracia y el infantil centralismo son factores que crean las herramientas para que siga creciendo la inagotable corrupción.

La obra parece relatarnos a personajes fantásticos, los cuales desgraciadamente se encuentran dentro de la universidad y son tan reales como nosotros mismos. Burrócrato, Brutócrato, Lisonjero y Autoridad son personajes comunes casi inherentes al sistema de la universidad pública. También es digna de mención la cátedra de Platero, quien es un docente que se encuentra dictando una cátedra gracias a una “concesión política, contraprestación de un tráfico ilícito patrimonial, o, como premio de las infames horas que sirvió (en los actos proselitistas) a su acéfalo adalid. Y es que, este humano cerril, es fervoroso en el momento de perseguir una carga horaria”.

Las actitudes observadas son parte viva de la universidad pública, en parte es un reflejo de nuestra sociedad, reflejo que evitamos ver y del cual somos acríticos. Cuando ocurren los conflictos electorales dentro de los predios universitarios, nos sorprendemos con facilidad, nos aterramos no solamente por la agresividad, sino también por el sin sentido atolondrado que domina a los protagonistas. Nuestro terror es fácil de explicar, es el reflejo de cada uno de nosotros en total desnudez, con la capacidad de ver engrandecidas nuestras miserias. Obviamente, no haremos nada. Tenemos la capacidad de olvidar, posiblemente porque el hecho de reflexionar y solucionar los problemas de la universidad es una pérdida de tiempo, y que no tiene algún tipo de valor. La definición de democracia de la universidad pública se convierte en el argumento clásico que fue recogido por Herodoto: “Nada hay [...] más insolente en el querer que el vil y soez populacho” que “a manera de un impetuoso torrente lo abate y arrastra todo”.

En el fondo, los males de la universidad pública son los males de nuestra sociedad.

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