[Humberto Vacaflor]

Recuerdos del presente

La gran guerra


Un comando del ejército del narcotráfico de Argentina asaltó e incendió el 12 de octubre un tribunal federal donde se estaban siguiendo los casos más graves de ese negocio, y dejó una amenaza de muerte a la gobernadora de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, que derrotó a los peronistas de la línea kirchnerista.

Por esos mismos días, un comando de cocaleros asaltó y torturó a once policías bolivianos en Toquibombo, mientras los cocaleros del Chapare mantienen cerrado el ingreso de la policía a la zona, y en Yapacaní sigue la prohibición de que se instale un cuartel de Umopar, una fuerza antidroga del Estado boliviano.

Los comandantes de la guerrilla narcotraficante de Colombia, entretanto, estaban negociando las ventajas que tendrán de un atropello a su país que duró medio siglo, y ahora reclaman el derecho a la impunidad por la muerte de 200.000 colombianos.

Los soldados de Víctor Quispe Palomino, que operan en la selva peruana siguen operando libremente, cultivando coca, fabricando cocaína y enviándola a Bolivia desde un territorio, el Vraem, que el Estado peruano no controla.

Hay personas en la región que tienen una opinión clara de esta guerra, pero hay quienes prefieren mirar para otro lado y argumentan que todo esto es una invención, que el narcotráfico no representa mucho, y que todos debemos rendirnos. Que “nunca hemos vivido mejor”. Quienes reconocen el peligro son pocos.

Antes de las elecciones argentinas del año pasado los obispos, los jueces y las veinte universidades más importantes de ese país advertían que el narcotráfico pone en riesgo la existencia de la República Argentina.

Es probable que esas advertencias hubieran influido para que los electores hayan preferido votar por Mauricio Macri y no por un candidato del partido que estaba tolerando al narcotráfico. Los triunfos más claros de Macri se dieron en las provincias más castigadas por el narcotráfico.

Un mensaje similar está faltando en todas las repúblicas amenazadas por este poder. Pero la guerra no ha terminado allí; apenas ha comenzado.

En la región se está librando una nueva guerra de independencia, librada entre los narcotraficantes que ganaron espacios y territorios durante la época del “socialismo del Siglo XXI” y las sociedades que buscan acabar con ese yugo. Y no hay libertadores, como hace 200 años, no hay un Simón Bolívar ni un José de San Martín.

Quizá haya llegado el momento de los ejércitos libertarios.

Vacaflor.obolog.com

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