[Harold Olmos]

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Un juicio a pique


Hace poco más de una semana fueron reiniciadas las audiencias del Juicio del Siglo tras casi un mes de interrupción. Asistir estos días como reportero al Palacio de Justicia de Santa Cruz acarrea la extraña sensación de ingresar a un túnel oscuro donde manda la conveniencia del poder. A las sesiones han dejado de concurrir dos cartas que el Ministerio Público blandía entre los naipes con los que desde hace siete años sostiene que el ejército iba a capitular vencido por las comparsas carnavaleras cruceñas y la policía municipal armada con bastones de goma. La sensación surreal persiste y todo apunta hacia una salida inesperada, incluso contra la voluntad de quienes propagaron la historia. No es ninguna premonición desatinada, pues las sorpresas son una variante frecuente en el mayor juicio penal de la historia boliviana.

El curso de estos casi ocho años lo confiirma, desde la fuga del arquitecto de la acusación Marcelo Soza, el apresamiento de fiscales y las confesiones estalinianas de algunos acusados para abrirse camino hacia la libertad, hasta el apartamiento del juicio del general Gary Prado Salmón, a quien el Ministerio Público atribuye la intención de descuartizar Bolivia y fundar una nueva nación desde la silla de ruedas en que está recluido hace más de tres décadas. A estos capítulos se suma ahora el alejamiento de Ronald Castedo, para el gobierno pieza articuladora de esa conjura a pesar de las deficiencias cardíacas crónicas que lo colocan entre las pocas personas en el mundo con múltiples cirugías cardiovasculares, inclusive extensores sucesivos dentro de otro extensor para desbloquear el flujo sanguíneo.

El surrealismo del caso viene desde sus orígenes. El Presidente de la República anunció en tierras extranjeras que de él partió la orden de atacar el hotel donde murieron acribilladas tres personas con un salvajismo incomún en la historia nacional. Después vino la maquinaria propagandística del Estado a endosar la versión, de la que poco a poco desaparecieron algunos puntales. No se ha vuelto a hablar de “magnicidio”, por ejemplo.

Para jueces y fiscales, el caso parece tan fresco como el 16 de abril de 2009. Una excepción estos días partió de la juez ciudadana Sonia Mamani: discrepó de sus colegas Sixto Fernández, Julia Elena Gemio y Anastasia Callisaya, opuestos a la separación de Castedo. El trío recibió un revés cuando un tribunal de La Paz ordenó la separación mientras el ex ejecutivo de Cotas languidecía. Parecía que estaba cerca de cumplirse el deseo de un fiscal, expresado en plena audiencia hace un par de años, para que “se muera de una vez”. Las apuestas entre los que observan uno de los juicios más dilatados del mundo incluyen adivinar quién será el próximo separado, inclusive de entre los juzgadores.

Con la decisión del tribunal de suspender las audiencias por el resto del año, mientras transcurre la vacación judicial, a tres de los acusados aún presos les espera una nueva Navidad en Palmasola.

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