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[H. C. F. Mansilla]

Productividad social como dilema


Para comprender la situación actual boliviana hay que mencionar algunos elementos, cuyo análisis nunca ha sido bien visto por ningún sector social. Uno de las causas primordiales de la crisis boliviana reside en la baja productividad laboral, gerencial, organizativa, científica y académica de toda la población boliviana, incluyendo a las élites, a los trabajadores urbanos y a los sectores campesinos.

El llamado Foro Internacional de Productividad, que empezó a partir de 1980 haciendo un recuento del estado de la cuestión en unos sesenta países, consignó a Bolivia como una de las naciones con una productividad agrícola excepcionalmente baja. Cuando se amplió el número de casos a más de cien estados, Bolivia permaneció en los últimos lugares. Es decir: seguimos con una productividad laboral extraordinariamente baja y ella no solamente se refiere a manufacturas, talleres y fábricas del medio urbano, sino precisamente a la productividad de los campesinos. Un trabajador rural boliviano promedio produce los elementos típicos de la tierra (papa, quinua, etc.) en cantidades y calidades comparativas mucho más bajas que cualquier otro productor a nivel mundial.

Este problema puede ser considerado como muy antiguo, pues uno de los tres pilares del código ético incaico intentaba refrenar la propensión a la pereza. Si esta inclinación merecía tanta atención, era porque probablemente constituía una pauta de comportamiento muy expandida en la época prehispánica, pauta que configuraba seguramente una especie de riesgo para la sociedad de entonces. Por otra parte, hay que mencionar que la teoría de los pisos ecológicos ha funcionado muy bien en el pasado. Pero hoy en día las comunidades altiplánicas no la practican. Los campesinos altiplánicos que se dedican hoy a la agricultura lo hacen de manera depredadora. Cuando bajan a los valles tropicales practican una agricultura completamente anti-ecológica y anti-conservacionista.

Esta problemática tiene que ver, además, con una cultura muy arraigada del festejo, el jolgorio, el ocio y la fiesta. Es decir: con la vigencia universal de la ley del mínimo esfuerzo. Por ejemplo, si los estudiantes de las universidades estatales, en vez de destinar enormes esfuerzos a entradas folklóricas y otros eventos similares, se dedicasen más a hacer trabajos de investigación, esas casas de estudios tendrían un mejor nivel de estudios, gozarían de mayor prestigio internacional y obtendrían éxitos en el terreno de la investigación científica. En una palabra: su aporte específico al desarrollo nacional sería mayor y más sólido que el actual. Es probable que todos los habitantes del país quieran prosperar aceleradamente, pero pocos quieren trabajar lo imprescindible para este fin.

Obviamente el problema de la productividad laboral es muy amplio. No solamente son los campesinos de origen indígena, sino toda la población boliviana, incluyendo sus empresarios blancos, los que tienen una baja productividad logística, gerencial e investigativa. O sea: es un problema general que se arrastra de muy atrás. Proviene seguramente de varias herencias civilizatorias. Ya mencioné el legado prehispánico. Los españoles, por otra parte, no se distinguieron hasta hace muy poco por investigar o innovar. Ninguno de los grandes inventos modernos tuvo que ver con el mundo católico español. Ni el ferrocarril ni el telégrafo, tampoco los grandes programas políticos, ni Maquiavelo ni Kant, poseen raíces hispánicas.

De ahí proviene una tradición poco favorable a lo que podemos llamar innovación e investigación, y ahí también tiene su causa algo que es importante en nuestro tema: no nos gusta ponernos a nosotros mismos en el espejo de la crítica. Tendemos siempre a creer que los culpables vienen de afuera: el imperialismo, las naciones que nos han explotado, etc. Muchos pueblos, como los del ámbito islámico, suelen sostener que los malos, los perversos, los culpables son, por supuesto, los otros. La capacidad de autocrítica es, empero, uno de los fundamentos del pensamiento racionalista y, por consiguiente, de la ciencia y la tecnología contemporáneas.

Finalmente: cuando los problemas tienen causas múltiples, su solución es muy compleja. Pero no imposible.

 
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