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[Álvaro Zuazo]

Políticamente incorrecto

Alfie Evans


El 28 de abril moría el bebé de 23 meses Alfie Evans en un hospital británico. Quince policías formaba un cordón alrededor de su pieza desde hacía semanas para impedir que sus jóvenes padres, Kate y Thomas, intentaran siquiera sacarlo de allí ante el ofrecimiento del gobierno de Italia y del Papa de trasladarlo en un avión acondicionado especialmente a Roma para ser tratado en el Sanatorio Niño Jesús, perteneciente a la Iglesia Católica.

Alfie había ingresado al hospital Alder Hey 18 meses antes, aquejado por una enfermedad que los médicos del nosocomio calificaron como degenerativa, mitocondrial y rara. Pero hoy, en medio de reclamos desde distintos sectores, crecen las sospechas de que el diagnóstico era dudoso.

Para el diario italiano La Nuova Bussola (La Nueva Brújula), el que más de cerca ha seguido el caso, se trata de un homicidio del estado británico. El medio, que antes facilitó el encuentro del padre de Alfie con el Papa Francisco, afirma que, dos horas antes de la muerte del niño, una enfermera le suministró cuatro drogas desconocidas.

Previamente a su ingreso a la pieza, el padre de Alfie había sido llamado a una extraña reunión, a medianoche, de modo que en la habitación permanecieron, además del bebé, su madre –dormitaba- y un familiar. Antes de que le suministraran las drogas, Alfie presentaba un ritmo respiratorio y cardiaco normal.

Cinco días antes, Alfie había sido desconectado de un respirador artificial. Los médicos del Alder Hey, que habían conseguido una orden judicial para hacerlo, dijeron que Alfie moriría en cinco minutos. Vivió 100 horas, hasta que le fueron suministradas esas cuatro drogas.

Durante 36 horas después de desconectado, los médicos dispusieron no suministrarle alimento alguno, tampoco agua, y no suministrarle oxígeno.

Políticos europeos, miembros de la Iglesia y la sociedad civil hablaron entonces de un “ensañamiento” con el niño. Y los padres denunciaron una conspiración para quitarle la vida. Thomas dijo que un grupo de médicos le comunicó que, como el niño estaba desahuciado, habían pensado en suministrarle drogas que apagarían su vida sin mayores sufrimientos.

Pero Thomas y Kate insistieron en llevar a Alfie al Hospital Niño Jesús. Allí, los médicos hacían preparativos para atenderlo con el criterio de que tal vez el diagnóstico podía ser otro y que hubieran esperanzas para el bebé.

Los médicos británicos se opusieron a que Alfie viajara a Roma, se negaron a sostener reuniones con sus pares italianos y de otros centros e impidieron visitas de otros profesionales. Y consiguieron que también el juez Anthony Hayden rechazara el viaje.

Cuando el abogado de los Evans en una audiencia de apelación rogó que se permitiera viajar a Alfie a Italia, que para el efecto había sido declarado ciudadano italiano por gestiones del gobierno de ese país, el juez respondió: “No me venga con argumentos emocionales”.

La historia tiene muchos más capítulos, pero de lo dicho se puede extraer conclusiones obvias, pero necesarias. Si los médicos se equivocaron en sus presagios de muerte en cinco minutos, es posible que se equivocaran en todo, y que esa fuera la razón por la que no quisieron que Alfie fuera atendido por otros profesionales. Por otra parte, queda claro que algunos estados desarrollados promueven a jueces que, ante la duda, optan fácilmente por la eutanasia.

La vida y muerte de Alfie permiten ver más allá aún. Muestran a un estado totalitario, el estado Minotauro del que habla Jouvenel, que decide quién nace, qué hace y cuándo muere.

Es el Estado que se adueña de la vida, la libertad y la dignidad del ser humano para convertirlo en simple y desechable pieza de una maquinaria de atropellar y matar.

Eso es lo que nos ha enseñado Alfie. Y también sus padres. “Mi gladiador bajó su escudo y se ganó sus alas a las 02:30”, publicó Thomas tras su deceso. Ojalá marque un antes y un después.

 
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