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[Víctor Corcoba]

Algo más que palabras

El martirio de los días para algunos


Al igual que cada generación necesita explorarse, verse en su cultura, responderse a sí mismo, asumir responsabilidades, sentirse algo en la vida, ya sea como protagonista o servidor, también requerimos un trabajo donde ganar el pan con dignidad. No hay mayor martirio que la ociosidad por mandato. El talento hay que transformarlo en genio, y tampoco tenemos otro modo de hacerlo, que injertando decencia en la labor. No interpongamos más penurias en el camino de la vida. Como derecho y deber, el mundo laboral a nadie debe dejar en la exclusión, inclusive aquellos con discapacidad deben salir y demostrar que pueden trabajar.

Impulsar la justicia social, promover la consideración entre culturas; son asignaturas pendientes entre los humanos de todos los países y nacionalidades. Lo importante es reconocer en el análogo parte de nuestro futuro, sin obviar a nadie, de manera que ninguno quede rezagado en una esquina ante nuestra indiferencia, a la espera de que los Estados practiquen más los espacios de humanidad y, de esta forma, la concordia tome carta de ciudadanía. Hay que mover corazones, desde luego que sí, nos hace falta ser más justos. Es prioritario escuchar la voz de los que lloran desesperados, ponernos a su lado, acompañarlos y protegerlos ante tanta frialdad que nos asiste en el camino.

Bien es verdad que, en ocasiones, somos una auténtica contradicción entre lo que decimos y lo que realmente hacemos, con la consabida degradación del espíritu humano, tan necesitado de paz y amor. Sabemos que el uso, la explotación o la posesión de los recursos naturales, algunos tan necesarios y básicos como el agua, pueden desencadenar guerras; sin embargo, apenas hacemos algo por activar la punición al derroche. Lo mismo nos sucede, con esa legión de devotos del dios soborno, dispuestos a cualquier cosa con tal de arrebatar poder. Frente a tantas coacciones injustas, la dignidad no parece estar más que de palabra en los foros. Y esto es grave, gravísimo, en la vida de las gentes.

Ya en su tiempo lo decía el inolvidable escritor francés Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944), con aquella frase célebre: “De que herir a un hombre en su dignidad es un crimen”. De ahí lo significativo que es dignificar a las gentes, promoviendo empleos dignos.

En efecto, el horizonte puede ser muy negro, pero es con el esfuerzo y la constancia del trabajo, como se puede remediar los males. Esta pobre gente que ha perdido la honradez cometiendo injusticias y cohechos, lleva consigo no el dinero que ha obtenido, sino sólo la falta de decoro y seriedad que todos merecemos por el hecho de vivir. Precisamente, la corrupción es esto, es no jugar limpio y ganar el pan con la bajeza del engaño. Ciertamente, nos preocupa esta atmósfera inhumana, tan mortecina como desesperante en nuestro diario existencial, pero aun así, es posible florecer, a poco que fortalezcamos la capacidad estadística y aprovechemos el potencial de las nuevas tecnologías. Tras esta revolución de datos, sin duda, se puede atajar las miserias y contribuir a mejorar los buenos resultados de la humanidad en su conjunto. En este sentido, nos alegra que la Comisión de Estadística de Naciones Unidas no cese en su empeño de aportar cifras y de compartir experiencias prácticas a nivel global.

Ojalá se produzca la operación revuelta, tan deseada por algunos ciudadanos del mundo, y se active oportunidades para todos. Los pobres necesitan salir de la pobreza y dignificarse. Quizás los ricos también necesiten salir de su riqueza y solidarizarse. En cualquier caso, no es sólo no tener qué llevarse a los labios, es también un deseo del alma de crecer humanamente y de ver que cualquier ser humano tiene disposición para ser artífice de evoluciones profundas en su vida, sobre todo con otras actitudes y estilos más solidarios, con otros modelos de producción y de consumo menos avaros. En suma, avances con pleno respeto a la persona y a su entorno. Es cuestión de querer hacerlo todos a una, como en otra época debieron hacerlo también los de Fuenteovejuna.

El autor es escritor.

corcoba@telefonica.net

 
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