Dramático: de exportador a importador de combustible

Los informes técnicos señalan que una buena cantidad de los hidrocarburos que utilizamos es comprada en el exterior. Esto implicaría que de exportador de muchos de esos energéticos que éramos en un pasado no muy lejano, nos hemos convertido en importadores.

Cuando el gobierno del MAS decidió “nacionalizar” - cuando sólo se trató de modificación de contratos - los yacimientos en poder de las petroleras, se anunció: “las nuevas condiciones y las inversiones que realicen las compañías extranjeras permitirán mayores trabajos de prospección, exploración y explotación de reservas hidrocarburíferas”. Por supuesto, como consta a la comunidad nacional, no hubo ni nuevas inversiones ni trabajo alguno que permita mostrar modificación del trabajo en áreas petroleras.

Contrariamente a lo anunciado, se redujo el caudal de explotación que tenían las compañías, algunas de ellas abandonaron el país, otras siguen trabajando pero bajo nuevas condiciones. Por supuesto, que se sepa, ninguna ha realizado nuevas inversiones de importancia y menos ha localizado nuevos yacimientos o ha procedido a la explotación de nuevas áreas. La producción de petróleo ha disminuido y la de gas sólo alcanza para cumplir, muy difícilmente, con los contratos con Brasil y Argentina; con deficiencias para el consumo interno, la población no sabe si los gasoductos urbanos en construcción tendrán utilidad en caso de no haber mayor producción de gas.

Importamos diversos hidrocarburos y aumentamos nuestra dependencia, y, sin embargo, gastamos más gasolina, mayor cantidad de diesel y gas. A todo ello, le agregamos la legalización de más de 150 mil automotores terminados de usar en países asiáticos, ingresados ilegalmente a Bolivia y que gastan gasolina barata y subvencionada. En otras palabras “vivimos en jauja petrolera” por las malas políticas que adoptó el Gobierno y que han sumido al país en mayor pobreza y dependencia.

Importar hidrocarburos es contrario a toda norma elemental de prudencia y buena administración porque implica gastar divisas que cuestan al país y, además, deprimir la propia producción. Importar diesel, gasolina, gas y otros productos energéticos no es otra cosa que justificar el egoísmo de no garantizar las inversiones foráneas ni permitir más ingresos de compañías extranjeras a nuestro país con la inversión de dinero, tecnología y capital humano que nos son tan necesarios.

Importamos hidrocarburos, teniendo conciencia de que poseemos reservas aún sin cuantificar, pero que pueden ser explotadas y conseguir buenos rendimientos hasta llegar a la situación de ser más exportadores de gasolina y diesel, que hoy resultan ser nuestro “talón de Aquiles”. ¿Hasta cuándo las políticas egoístas y faltantes de criterio para seguir con importaciones que no corresponden a nuestra débil economía? ¿Cuál es, finalmente, el monto de nuestras reservas de gas y petróleo? ¿Hay esperanzas para el futuro en el renglón de carburantes o no las hay? ¿Cómo son encaminados los estudios sobre la subvención que dura ya mucho tiempo, pero que si se anula no será bajo los parámetros desastrosos de lo ocurrido con el decreto del 26 de diciembre de 2010?

El Gobierno, pese a sus poses de caprichos y soberbia, tendrá que reponer conductas de entendimiento con la población y actuar, especialmente en el campo energético, con la responsabilidad precisa, porque mantener políticas para realizar determinadas labores y no cumplirlas no es honesto ni responsable. No podemos seguir incrementando gastos con la importación de energéticos cuando tenemos otro tipo de necesidades, como las de crear empresas que generen riqueza para diversificar la economía.