[Juan Carlos Tapia]

Día de la Patria con odios y rencores


Cada año en las efemérides de nuestra querida Patria, a manera de rendirle un respetuoso homenaje, el gobernante emite su mensaje ante el Congreso y el pueblo, en un espacio de relevante significado para el país, acto en el que se genera un proceso de autorreflexión sobre los roles y responsabilidades en la administración del Estado, el desarrollo nacional y la consolidación de la democracia.

Además es una oportunidad para identificar hechos y acciones comunes que logren fortalecer la participación ciudadana en el quehacer nacional, gravitando en una estructuración del poder colectivo, que se transforme culturalmente, capaz de reconocer y asumir el derecho a pedir cuentas a su gobernante. Esta debería ser la conducta de un estadista inteligente, amante de su Patria y su pueblo, gobernando para todos, no sólo para algunos sectores de privilegio.

Lo difundido en Oruro está lejos de ser un mensaje serio y respetuoso, que haga conocer los avances de gestión. Nuestro gobernante, acostumbrado a sus desbordes emocionales, convirtió su “informe” en una charla política con sus “hermanas y hermanos” del socialismo y conmilitones de entorno, que aplaudían no importa necedades. Fue un discurso de cuentos personales y fiestas domésticas.

Se enaltece la sabiduría de “nuestros antepasados” en un repaso histórico en cursos de primaria; se relieva la civilización andina-amazónica, que en su momento no existió, siendo las civilizaciones azteca, maya y el imperio incaico, sin mencionar la tiwanacota, de la que conocemos muy poco, las únicas reconocidas como tales. La historia se la puede alterar o cambiar a gusto y placer, sirviendo a bastardos intereses o a discursos demagógicos que tratan de convencer lo conveniente. La historia es el reflejo real del pasado histórico, éste no cambiará en su certeza y veracidad.

La insistente exaltación de la etnia aymara, de su reivindicación, expresa padecimiento y heroísmo de los 500 años de opresión tan cacareados, como sugiriendo la necesidad de mantenerse en primitivos usos y costumbres, sin plantear opciones que rompan esa muralla que dificulta el progreso y desarrollo. Por el contrario, se envenena el espíritu, como si fuera un vertedero de odios, rencores y resentimientos, pretendiendo desfogarse con gente citadina mal llamada k´ara y que nada tienen que ver con ese pasado histórico. La etnia aymara no es la nación toda.

Si el mandato político ideológico establece la refundación del Estado, en seis años todavía aún no se aprecia con claridad sus metas y objetivos, y si éstos obedecen a los intereses y aspiraciones nacionales, como un proyecto hacia el futuro. ¿Acaso no fue el mismo Gobierno el que destrozó la institucionalidad, moldeando y politizando las instituciones, convirtiéndolas en leales instrumentos políticos que aseguran su permanencia y estabilidad política, quedando tan divorciadas de su razón de ser, ya que sus comportamientos político doctrinarios no se rigen por sus misiones constitucionales, una triste evidencia que ocasionó pérdida de confianza y credibilidad, en especial en la justicia tan prostituida. En un país sin justicia no existe libertad.

Sin embargo es preciso ponderar algunas acciones políticas gubernamentales, que benefician y fortalecen a las instituciones, base de la seguridad y soberanía nacional, las mismas que los gobiernos neoliberales ignoraron. También es loable haber reconocido la corrupción asfixiante de casi todo el aparato gubernamental, aunque a la fecha no se dimensiona los efectos del daño económico al país. Los montos millonarios, por concepto de comisión de los grandes contratos y financiamientos, no se sabe a cuáles bolsillos llegan.

Por la presencia del narcotráfico, que se ha extendido como nunca en todo el país, pese a la reducción de sembradíos de coca y al supuesto combate contra ese mal, se producen increíbles cantidades de cocaína, que se mueven sustentadas por un descarado lavado de dólares, de aquí deriva tanto circulante. El contrabando ha proliferado exageradamente.

El tema de la unidad del país ha sido tratado superficialmente, al no existir paradigmas y gran espíritu patriótico. No se convoca a una unión monolítica del pueblo, cuando es el mismo Gobierno el que dividió confrontando a collas contra cambas, regiones contra regiones, rurales contra citadinos, indígenas contra indígenas, por una política partidaria tan sectaria que de por sí ya divide, a fin de gobernar para pocos en detrimento de la mayoría del pueblo nacional.

Tan plausible es la intención de llegar a cero con la extrema pobreza el año 2025, como una quimera. Nada se avanzó en materia de Desarrollo Humano, salud y educación, ya que se confronta problemas estructurales, esto sin mencionar otros factores de mayor incidencia en la falta de desarrollo nacional.

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