Siria es quizás el ejemplo más complejo al encontrarse gobernado por una minoría religiosa, los alawitas de origen chiita, que los conversadores sunitas ni siquiera reconocen como musulmanes. Los alawitas se auto describen como chiitas “por otros medios” al estar influenciados por otras doctrinas religiosas. Es como que decir que un paria hubiera sido designado maharajá en la India o un judío zar de Rusia. Situaciones que contradicen las leyes de la gravedad. Sin embargo, desde hace décadas tienen las riendas autoritarias del régimen bajo el liderazgo de los Al Asad, padre e hijo, aunque representan el 20% de la población. En las cuatro décadas de poder han sido cautos en permitir la tolerancia religiosa y la no discriminación de minorías, modernizantes en lo económico pero estrictos en materia política para evitar toda disidencia.
Es difícil explicar cómo los alawitas lograron emerger en una población abrumadoramente sunita (70% de la población) y montar un andamiaje donde controlan principalmente el Ejército y mientras que los sunitas mantienen el manejo de la economía. Esa división de tareas surge, de alguna forma, desde los tiempos del mandato de Francia en 1920 que llegaron a aceptar a los alawitas para integrar las fuerzas coloniales. Hubo un momento que hasta se pensó en la autonomía formándose un gobierno en 1937 en Latakia que luego se incorporó a Siria. (Agencias)
