Ahora que está de moda el desprestigiar, agredir verbal y físicamente, tratar con desdén, atacar y hasta “enjuiciar” a periodistas, fotógrafos, camarógrafos, etc., vienen a la memoria tiempos en los que todo profesional del gremio recibía un trato diferente.
Si bien es cierto también que no han faltado hechos censurables, como apresamientos, asilados en embajadas, muertes violentas, apropiaciones temporales de empresas periodísticas (caso de EL DIARIO en 1970), amedrentamientos y hasta censuras oficiales en gobiernos de facto, quedan en el recuerdo muchísimos nombres de líderes políticos, intelectuales, artistas y hasta jefes militares que otorgaron, en su época, una debida, respetable y hasta privilegiada atención hacia los periodistas cuando éstos requerían de informaciones y hasta opiniones personales.
Por supuesto que eran otros tiempos, pero ¿por qué no recordarlos después de haber trabajado satisfactoriamente en redacciones de periódicos durante varias décadas?
Entre muchos otros, aquí van algunos nombres: Hernán Siles Zuazo; Juan Lechín Oquendo, fundador de la COB; Walter Guevara Arze, gran intelectual; Guillermo Bedregal; Luis Adolfo Siles Salinas, hombre de un trato finísimo, delicado y un caballero en toda la extensión de la palabra; Celso Torrelio Villa; Armando Escóbar Uría, recordado permanentemente como un excelente Alcalde paceño; Eudoro Galindo Anze, escritor; Víctor Hugo Cárdenas, pulcritud, amabilidad y decencia; Faustino Rico Toro, comandante del Colegio Militar del Ejército; dirigente campesino Felipe Quispe Huanca (increíble pero cierto); Carlos Palenque Avilés, inolvidable personaje de Radio y TV; Mónica Medina, alcaldesa; Aníbal Gutiérrez Chávez, comandante de la Armada; e Isaías Landívar, comandante de la Escuela de Sargentos en Loma Suárez.
Y entre intelectuales, artistas y propios periodistas en diferentes situaciones: Fernando Díez de Medina, uno de los grandes valores de la Literatura Boliviana; Raúl Salmón de la Barra, escritor de más de 30 obras de teatro; Apolinar Camacho, autor de “Viva mi Patria Bolivia”; Raúl Shaw Moreno, dibujante, compositor y cantante de fama internacional; Adolfo Costa du Rels, cuentista y novelista con éxitos literarios en Francia (autor de “La Miski Simi”); Antonio Paredes Candia; narrador y quijotesco tradicionista; Julio Carmona, director de “La Voz de Los Andes” en Los Ángeles, EEUU; Augusto Céspedes, cuentista y novelista; Jaime Escalante, profesor y catedrático universitario exitoso en EEUU; Julio Borelli Vitterito, noble maestro del periodismo; Ramiro Condarco Morales, autor de los voluminosos textos “Protohistoria de Bolivia” y “Zárate, el temible Willka”, libro de consulta en universidades francesas; Carlos Mesa Gisbert, historiador y analista político; Guillermo Riveros Tejada, poeta y candidato al Premio Nóbel de Literatura, propuesto por la Academia de Letras y Filosofía de Colombia; Hernán Sánchez Fernández, poeta (Francisco Perro); Enriqueta Ulloa, cantante; Adalid Balderrama, autor de “Geopolítica de Augusto Pinochet”; César Chávez Taborga, dignísimo maestro; Alipio Valencia Vega, historiador; Ana Isolina Balboa, poetisa; Carlos Castañón Barrientos, escritor y presidente de la Academia Boliviana de la Lengua; Beatriz Schulze Arana, poetisa; Max Solares Durán, escritor que reveló a los pocos filósofos bolivianos; Rolando Costa Arduz, investigador dedicado a la historiografía; César Verduguez Gómez, autor de cuentos traducidos al inglés, alemán, francés, croata, quechua y árabe; Guillermo Lange Loma, autor de novedosas teorías sobre la época del preincario; José Rovira, pintor y acuarelista; y Humberto Flores (“Tito Yupanqui”), escultor; entre muchos, muchos otros.
INTELECTUALES EXTRANJEROS
Y cómo no recordar a intelectuales extranjeros como el investigador suizo Erich von Däniken (autor de “Recuerdos del futuro”), con libros escritos en 27 idiomas y más de 50 millones de ejemplares vendidos en América y Europa; Juan Carlos Colombres (Landrú), gran dibujante y humorista argentino del “Clarín” de Buenos Aires; Joaquín Lavado (Quino), autor de “Mafalda” y de una veintena de libros de humorismo gráfico; Marino Aguirre, caricaturista de “Hortensia” de Córdoba; Jerry Knadson y Robert Lindsay, catedráticos norteamericanos de periodismo; y John Virtúe, director de la revista “Pulso” de Miami.
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Mencionar a todos los que demostraron una atención digna y amable hacia el periodismo no es tarea fácil porque la lista sería de nunca terminar.
Por ello, queda en nuestra mente ese recuerdo grato, gratísimo de todos los personajes nombrados líneas arriba, ya que gracias a ellos el trabajo periodístico se hizo placentero.
Y todos sabemos que la felicidad en la vida se la encuentra cuando uno trabaja en lo que realmente le agrada y le causa gran satisfacción.
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