[Alfonso Crespo]

Las demandas de Ginebra


II

En 1921, la Convención Nacional resolvió insistir en la demanda ante la Liga de las Naciones.

“No del todo seguro -refiere Roberto Querejazu en su libro Guano, salitre y Sangre- el canciller Alberto Gutiérrez consultó a algunos notables. Franz Tamayo y Daniel Sánchez Bustamante sostuvieron que no se debía perder la ventajosa posición obtenida al conseguirse la inscripción del tema en el orden del día de la segunda asamblea; que la Cancillería tenía que mantener la estrategia comenzada el año anterior. Moisés Ascarrunz fue el único discrepante. Expresó el temor de que la demanda tuviese un resultado adverso y que era mejor retirarla”.

José M. Escalier, Daniel Sánchez Bustamante, Franz Tamayo y José M. Ramírez fueron sucesivamente invitados para presidir la delegación. Todos rehusaron el honor. Frente a sus negativas, el Gobierno designó a Carlos Víctor Aramayo y Demetrio Canelas; ambos antepusieron el concepto de servicio público a un cálculo egoísta sobre las dificultades casi insalvables de la misión que les era confiada.

Aramayo advirtió a la Cancillería que la reiteración de la demanda boliviana ante la Asamblea de 1921 corría el riesgo de ser rechazada, ya que las deficiencias del documento inicial no podían ser rectificadas. Bolivia no había preparado el terreno diplomático y ni siquiera iniciado la redacción de su alegato. “Hasta carecíamos de la documentación necesaria para producirlo”, expresó en su informe final.

El delegado Canelas sostuvo que debía mantenerse la demanda “en resguardo de la dignidad e interés nacionales”. Cuando la delegación consultó la opinión de Raymond Poincaré, ex presidente de Francia y uno de los famosos juristas de su tiempo, éste manifestó por escrito que “le parecía un error de parte de Bolivia proceder a la tramitación de su litigio sin la concurrencia del Perú”, país que el año anterior había aplazado la presentación de demanda similar contra Chile, para decidir por último renunciar por entero a este recurso.

Pese a tales reservas, la Cancillería boliviana, en cable del 21 de agosto de 1921 ordenó a Aramayo mantener la demanda: “Esta Cancillería estima que si la Sociedad de las Naciones se declara incompetente para conocer la demanda, nuestro derecho no habría sufrido en esencia y quedarían a salvo otros recursos. No obstante, convendría a nuestros intereses que la delegación, presintiendo el rechazo de la demanda, obtenga más bien que ella pase en estudio a una comisión. Este procedimiento atenuaría la repulsa de la demanda”.

Aramayo persistió en su oposición, cablegrafiando: “Mantener demanda, provocar cuestión previa, presentar alegato incompleto, paréceme imprudente. Pedir aplazamiento para nueva asamblea no altera nuestra posición ni expone al desastre, hallándose conforme con ambiente general. Delegación desea que Cancillería decida”.

Barriendo contra el viento, con terquedad típica, Canelas cablegrafió por su cuenta: “Considero perjudicial retiro demanda”, subrayando así el desacuerdo entre los dos delegados. La Cancillería apoyó a Canelas y la demanda fue presentada.

El 3 de septiembre la delegación de Chile remitió a la secretaría de la Liga un memorándum de objeción a la demanda. Añadió que suscitaría un debate previo a la aprobación del orden del día provisional, si éste la incorporaba entre sus puntos. Sin embargo, la amenaza no logró impedir que la Asamblea consagrara la sesión del 7 de septiembre a considerar la petición boliviana.

Agustín Edwards inició el debate: “La delegación de Chile se opone de una manera absoluta a que esta Asamblea, como cualquier otra futura asamblea, tome en consideración la demanda de Bolivia contra Chile a fin de obtener la revisión del Tratado de paz de 1904. Funda su oposición en razones decisivas: en la incompetencia absoluta, radical, de la Sociedad de las Naciones para proceder por sí misma a la revisión de tratados, especialmente tratados de paz”.

Invocó luego el preámbulo del Pacto que estatuía el escrupuloso cumplimiento de los tratados e impugnó la aplicación del artículo 19, subrayando que éste limitaba las facultades de la asamblea a invitar de vez en cuando a los miembros de la Liga a proceder a un nuevo examen de aquellos tratados que resultaron inaplicables.

Edwards negó que el tratado de 1904 hubiese sido impuesto por la fuerza y, en obvia alusión a la doctrina Monroe, sostuvo que la asamblea no podía tratar aquel convenio que era “asunto exclusivamente americano”.

Luego fue el turno de Aramayo, quien pronunció su discurso en inglés: “No se puede considerar que la acción de la asamblea quede restringida por el solo hecho de haberse citado el artículo 19. Bolivia basó su demanda del año pasado en ese artículo y a él se atiene en su gestión actual. Pero, posteriormente, en una nota dirigida a la secretaría general con fecha 6 de noviembre de 1920, la delegación de Bolivia manifestó que su objetivo era provocar una investigación general del caso, para lo que la revisión del tratado no era más que un medio conducente a ese fin. En lo que se refiere al tratado mismo, las opiniones de los dos países no pueden ser más opuestas. Chile pretende que Bolivia obró con plena libertad de acción, mientras que la opinión pública en Bolivia está convencida de que ese tratado fue el punto culminante de veintiún años de continua presión e intimidación, consecutivos a una guerra injusta y despiadada. Chile arguye, además, que el tratado ha sido debidamente cumplido por ambas partes contratantes, mientras Bolivia considera que una de las cláusulas más vitales -la que resguarda los derechos de los particulares en la zona cedida- nunca fue cumplida por Chile, lo que ha causado inestimables pérdidas a los ciudadanos y al estado boliviano. Por lo tanto, me permitiré decir, en contestación a lo expuesto por el señor Edwards, que el tratado de 1904 no sólo es inaplicable, sino que nunca ha sido aplicado.

Bolivia, señor presidente, ha soportado durante medio siglo el peso de la derrota. Mi país, cuyo territorio es mayor que el de Francia y cuyas riquezas inexplotadas exceden los fantaseos de la mayor codicia, se ha visto reducido a un estado de semidependencia como resultado de una guerra que jamás había provocado. Hoy el pueblo de Bolivia pone sus miras en esta Liga de las Naciones, no con la esperanza de obtener una reparación completa -que ya no es posible- sino con la de alcanzar siquiera la justicia que aún es dado hacerle. No puede esperarse una paz duradera en el continente sudamericano mientras subsista la situación actual…”.

De “Los Aramayo de Chichas”,

Edit. Blume-Barcelona 1981.

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