Víctimas relatan su odisea


La odisea vivida por una familia que sufrió los engaños de personas captoras, se inició en el momento en que ellos entregaron sus cédulas de identidad y aceptaron que la tratante pague los pasajes del primer bus que iba desde El Alto hasta Santa Cruz, lugar donde debieron esperar instrucciones por más de 24 horas.

Posteriormente, otra segunda flota es la que realiza un segundo viaje a la población de Quijarro, una de las localidades que se convierte en el punto de operaciones de los cómplices de la trata de personas porque logran contratar una tercera flota y exigen el llenado de diferentes registros de los cuales ninguno llega a oficinas de Migración de la frontera con el Brasil y menos a los registros policiales de ambos países.

“Todo el viaje es planificado, ellos no sólo tienen contratadas las flotas sino que ya tienen definido a que hotel llegar antes de ingresar en la frontera y con quien debemos hablar, sin que ninguna de las 14 personas podamos comunicarnos por teléfono con nuestras familias y menos tratar de hablar con personas desconocidas, ellos nos enseñan incluso que decir si alguien nos pregunta a donde nos dirigimos”, recuerda una segunda víctima de trata de personas a las textileras del Brasil.

Pasando la frontera, el bus se estaciona en uno de los barrios donde dos vehículos particulares aguardan para trasladar a las 14 personas hasta la vivienda de la familia boliviana, donde se encuentran los talleres donde los trabajadores ocuparán las payasas o colchones en el suelo para descansar algunas horas antes de completar una jornada de 14 a 16 horas impagos.

Al mes, las víctimas de trata de personas, tienen derecho a una llamada para comunicarse con sus familias, con la consigna de que no deben llorar y menos dar a conocer ninguna denuncia, caso contrario pierden el derecho de comunicarse y pueden ser objetos a otros tratos inhumanos o delitos como la violación a los menores.

“La casa es un tugurio, está construido de manera improvisada y existen pasillos en el sótano, donde los bolivianos duermen y deben acomodar sus cosas para trabajar en los talleres de la misma casa”, explica Julián, un tercer afectado por la trata de personas que se da desde El Alto a Brasil.

Las víctimas de trata de personas en Brasil tuvieron que buscar ayuda de otras entidades y personas para poder salir de los talleres de la explotación laboral de bolivianos, pero al haber ingresado de manera ilegal, fueron expulsados hasta la frontera con Bolivia, desde donde tuvieron que pedir ayuda para poder retornar por lo menos con vida y sin un real algo de dinero por el tiempo trabajado.

La impotencia, rabia y frustración se llena con lágrimas de las víctimas cada vez que deben recordar esta odisea, mientras que funcionarios policiales solo repiten el mismo discurso de no tener recursos para trasladarse a Brasil y definir el proceso en contra de los tratantes, lo que genera explotación laboral.

Si bien existe la esperanza de que el caso se llegue a mantener vigente, con experiencia vivida, la familia Santos recomienda a los próximos migrantes a verificar certeramente en qué condiciones están viajando y sobre todo a dar dicho informe a instancias policiales o diplomáticas, por el riesgo de aumentar los casos de usufructo laboral.

 
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