Revalorizan el rito del Jach’a Tata Danzante



El rito y la danza del Jach’a Tata Danzante, en su contexto original, corren el riesgo de desaparecer debido a la poca frecuencia de su práctica y representación en ámbitos urbanos y rurales. Para contrarrestar el hecho, la Secretaría Municipal de Culturas abrió una exposición de instrumentos musicales, trajes, máscaras, vídeos y otros elementos que identifican al singular personaje. La muestra permanecerá abierta hasta el 30 de mayo en el Museo Costumbrista “Juan de Vargas”, ubicado en la Av. Sucre, esquina Jaén, informó esa repartición edil.

El Taller de Proyección Cultural de la carrera de Arquitectura de la Universidad Mayor de San Andrés se sumó a la actividad para revalorizar y recuperar esta antigua y controversial danza. Ambas instituciones han dispuesto de personal técnico que explicará a los visitantes las significaciones y connotaciones del rito y la danza que se transmite a través de un video producido por el citado Taller.

LA MUESTRA

El Museo Costumbrista expone las dos versiones sobre el origen y esencia del Jach’a Tata Danzante o Gran Señor Danzante. Una de ellas sostiene que la danza era ejecutada como castigo y pago por faltas cometidas y la otra posición – la más aceptada – está relacionada con los ritos de productividad de la tierra, ya que se la ejecutaba con la idea de obtener mejor cosecha, es decir el personaje cumplía una especie de función social al ciclo ritual agrícola.

El Jach’a Tata Danzante bailaba durante tres días sin detenerse hasta morir o agonizar por agotamiento físico. Sin embargo, la muerte en la visión andina a diferencia de la visión católica, no es entendida como una muerte trágica porque los muertos cumplirían una especie de función social, en relación con el ciclo ritual agrícola, es decir que el Danzante ofrecería su vida para otorgar vida a los sembradíos.

Esta expresión no sólo conlleva danza y música, sino también tradición de pueblos que guardan creencias que van más allá del entendimiento cotidiano. La danza es, en sí, una representación que proviene de la comunidad de Umala del departamento de La Paz, y se la interpreta los meses de junio a septiembre, afirmó Vida Tedesqui, responsable de investigación de la Secretaría Municipal de Culturas.

Agregó que en la representación de la danza participan de cinco a seis integrantes, todos varones: Danzanti, dos diablicos –guardianes del Danzanti– y tres o dos awilas –viejas– que interpretan la música con los waka pinquillo (de cañahueca con dos orificios) y la wankara (especie de tambor andino). Se dice que se elegía a un hombre joven fuerte, reconocido socialmente y con prestigio para asumir el papel del Danzanti y que antes de ocupar esa función se le ofrecía comida, bebida, además de mujeres vírgenes. De acuerdo con algunas interpretaciones, el hecho de poseer mujeres, también se expresaría en la fecundidad de la tierra.

 
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