Promesas de cambio

José Luis Bautista Vallejos

El 27 de mayo se celebró el día de la madre boliviana como un justo homenaje a las mujeres que, de manera infatigable y perseverante, luchan día a día por el bienestar de sus familias, acompañando a sus esposos, guiando a sus hijos e hijas y siendo, en definitiva, la parte más importante dentro del núcleo familiar.

Es innegable el papel preponderante de las madres bolivianas para el desarrollo del Estado boliviano, pues gracias a su aporte en el seno familiar se cuenta con ciudadanos sanos, tanto física como emocionalmente, prestos a apoyar a su país de la mejor manera. Una madre alberga con cariño a sus hijos por nueve meses, pero los cuidados, consejos y preocupaciones por ellos duran toda la vida, por lo cual el sacrificio materno es constante y, desafortunadamente, incomprendido por la sociedad. Cuando un hijo se enferma siempre es posible encontrar una figura que está al lado de la cama, prodigando caricias y besos, desvelándose en muchas ocasiones y deambulando de un lado para otro para suplir las necesidades del convaleciente: ¡cuán abnegado es el afecto de las madres bolivianas!

Además, en esta época en la que la economía fuerza a que tanto el padre como la madre deban trabajar para mejorar el ingreso económico de su hogar, el trabajo de las mujeres madres se duplica. Se tiene el trabajo externo, por el cual recibe una remuneración, y el trabajo doméstico, por el cual no sólo no recibe salario sino que es minimizado y hasta ninguneado por algunos malos varones. Un solo día cumpliendo las labores cotidianas en casa les enseñaría a estos hombres desubicados a comprender cuán fatigosa e importante es la tarea doméstica: cuidar a los hijos, mantener ordenadas y aseadas las habitaciones, cocinar, lavar la ropa y los trebejos de la cocina, sólo por mencionar algunas labores.

De hecho, el mejor regalo que tanto esposos como hijos podrían dar a las madres bolivianas es un compromiso serio para redistribuir las responsabilidades y tareas dentro de sus hogares. ¿Por qué los esposos no pueden cocinar para su familia por algunos días a la semana? Si la respuesta es “porque trabajan”, tendríamos que replicar ¿acaso las madres bolivianas no trabajan? ¿Por qué algunos hijos son como pequeños caciques que ordenan a sus mamás y son especialistas en desordenar las casas e incapaces de lavar, aunque sea un plato?

Esto debe cambiar con urgencia, porque la madre boliviana no es una máquina. Si una lavadora automática o una licuadora se descompone, se puede buscar repuestos y hasta comprar electrodomésticos nuevos. Sobra decir que la madre es única, insustituible.

Para terminar, expreso mi sincero reconocimiento a todas las madres bolivianas por su valentía cotidiana, por su amor, dedicación y entrega a su familia y a sus hijos. Les expreso mi agradecimiento, porque con sus sonrisas alegran nuestras vidas y con su sola presencia nos recuerdan cuán maravilloso es Dios y cuán grande es su amor hacia nosotros.

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