[José Alberto Diez de Medina]

Una anécdota del Gral. Jacinto Lara


El Gral. Jacinto Lara, que actuó en innumerables campañas del Ejército Libertador, héroe entre otras de Bombona, y Boyacá, y activo actor de Junín y Ayacucho, era amigo personal del Gral. Simón Bolívar. El Libertador le tenía cierta deferencia y especial afecto, venezolano como él y gran luchador colombiano.

El Gral. Lara no era sumamente instruido, por decirlo así, menos hombre culto, pero su valentía y coraje hicieron que el simple llanero, guerrero por excelencia, gracias a su lanza y su espada, llegara a ascender rango por rango a General de División, con un don de mando extraordinario, capaz de movilizar divisiones enteras.

Sin embargo, cuáles eran los defectos del General: era grosero, desvergonzado y sobre todo mal hablado, gustaba de zaherir a su prójimo, con palabras y sentencias groseras, que algunas veces no eran mal intencionadas. Así lo acredita su famosa y criticada proclama a su División al entrar en combate en la afamada batalla de Ayacucho.

Evidentemente, el lenguaje de cuartel no era ni es del todo limpio y sano, al contrario, era, llamémoslo, desvergonzado, pero se debe aclarar que nunca fue grosero, incluso el Libertador en algunos momentos y más aún en circunstancias de alegría con sus oficiales, largaba algunas palabrotas. Pero el general Lara lanzaba denuestos imposibles de corregir en años de lucha, de amistad, pese a ello nunca pudo el Libertador cambiar en algo los improperios de su general Lara.

Y es así que el Libertador, para cualquier acto oficial, entrevista con autoridades, reuniones sociales y otras, donde no se podía prescindir de la presencia del Gral. Lara, como último recurso ordenaba al General, mantener la boca cerrada, y no intervenir en conversación, salvo su aceptación o rechazo a cualquier conclusión, con un movimiento de cabeza.

Durante la estadía en Lima del ejército libertador, el Libertador debía hacer una visita de cortesía a la esposa de un alto político peruano. La dama en cuestión había sido madre hacía unas horas; no encontrando como acompañante más que al Gral. Lara, Bolívar le pidió que lo acompañase en esta visita, advirtiéndole que no olvidara guardar la consigna de rigor. La consigna era el silencio de Lara, por sus terribles antecedentes.

Llegados a la casa del señor político, fueron recibidos, en el salón de la misma, por una dama que manifestó que tanto el señor como su hermana no podían recibirlos en el momento, dado que su hermana había dado a luz dos niños con toda felicidad, pero tratándose del Gral. Bolívar que, por favor, en una espera de breves minutos se haría presente el feliz padre.

El Libertador presentó las felicitaciones del caso, anunciando que esperarían al feliz padre. ¿No es así, general Lara?, dijo. El preguntado asintió con un movimiento de cabeza, sin embargo pidió permiso para decir unas cuantas palabras, rompiendo la consigna, manifestando: pobrecita la señora, cómo quedará.

Perdón, dijo el Libertador, y salió más que de prisa del salón, con el bárbaro de Lara.

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