[Flavio Machicado]

La demanda y marcha de los discapacitados: ¿fracasó?


Al parecer, estamos frente a un panorama económico sombrío ya que el gobierno que nos había anunciado que la economía estaba blindada, ha hecho números y ha visto que los requerimientos de la población cada vez estarán más restringidos por la inevitable reducción de las fuentes de ingreso público que estaban basadas en la dádiva, en este caso venezolana, que ya se acabó, o de los precios internacionales que hace poco tiempo fueron extraordinariamente buenos y que ahora están cayendo en picada, sin saber a ciencia cierta cuál será su proyección en el corto, mediano y largo plazo.

En el caso de los hidrocarburos, la proyección es aún más complicada ya que, al parecer, las perspectivas tampoco son muy optimistas no por razones del mercado o de su existencia, que sigue siendo abundante, sino por el problema del “calentamiento planetario” que ha puesto un límite fatal a su consumo, aunque es muy difícil de predecir hasta cuándo.

En mi opinión, el tema que es muy complejo y de difícil solución, depende de que encontremos sustitutos que sean económicamente producidos y consumidos, dado que la energía básica que actualmente mueve al mundo está supeditada fundamentalmente al consumo de los hidrocarburos y el carbón, ambos propaladores del dióxido de carbono, como se ha acaba de decir, pero hay que reiterarlo, debe ser reducido drásticamente hasta su eliminación, ya que está en peligro nuestra propia supervivencia.

Tampoco es una solución la energía nuclear que está en paulatina retirada, especialmente en el mundo desarrollado, aunque en nuestro país existe mucho entusiasmo más por razones geopolíticas que económicas. Se trata de un energía de muy delicado como complejo manejo, motivo por el cual espero que no tenga mayor concreción, al margen de la asignación cuantiosa de recursos que ahora más que nunca hay que cuidarlos para que nuestras reservas internacionales acumuladas cumplan con el papel que corresponde en resguardo de nuestras necesidades de importación y el equilibrio monetario de toda economía, respaldando el poder adquisitivo de nuestra moneda que no es poca cosa. Nuevamente, volvemos a mostrar nuestra llegada tardía o extemporánea a la historia.

En otras palabras, ya no es posible hablar de blindaje, ni siquiera fiscal, ya que no será posible sacar provecho de los ingresos provenientes de los hidrocarburos, mostrando que la bondad de la llamada nacionalización solo estuvo basada en la buena racha de los elevados precios internacionales y no del desarrollo de este importante sector económico, ya que como está demostrado no hubo incrementos espectaculares en la producción, especialmente de petróleo y que no hay un mayor desarrollo tecnológico, con el reto de tener que demostrar en el futuro la viabilidad de la fábrica de fertilizantes de Bulo Bulo, especialmente en cuanto a la colocación del 90% de su producción, particularmente al Brasil que está en un mal momento.

Lo peor, haciendo comparaciones con el pasado, como le gusta al gobierno, seguimos siendo una economía dependiente del exterior, además produciendo materias primas, sin haber superado nuestra calidad extractivista.

Volviendo a la demanda de los discapacitados, que están en una situación de subsistencia muy precaria, pese a que solo piden un equivale de más de 70 dólares mensuales, en su conjunto representa un monto relativamente importante. Anualmente, representarían un monto total equivalente a 56.3 millones de dólares, siempre y cuando el número de personas discapacitadas sea de más de 60 mil (generalmente hay problemas con las cifras oficiales), que equivaldría a un 13% de los subsidios otorgados durante el 2015 (442 millones), que es una cuantía importante.

En 2013 el monto total de subsidios llegó a 959 millones de dólares, como parte esencial de la política populista aplicada por el gobierno que fue en permanente crecimiento desde 46 millones de dólares en 2006, lo que era posible hacerlo en época de vacas flacas, lo que en términos económicos relativos a la eficiencia o a un adecuado uso de los recursos, de todos modos representa un despilfarro.

Sin embargo, resulta interesante comparar este guarismo en relación con el IVA (Impuesto al Valor Agregado), que representa el ingreso genuino con el que debería contar el financiamiento público, ya que muestra el aporte que hace cada persona activa al Estado como consecuencia de su contribución a la formación de la riqueza nacional (el IVA equivale al Producto). En efecto, solo tomando el IVA del Mercado Interno, este subsidio equivaldría al 2.8%, con la advertencia que el monto recaudado por este concepto no cubriría las necesidades de financiamiento que demanda el actual empleo burocrático, menos si agregamos los gastos de funcionamiento.

En consecuencia, tendríamos que agregar el IVA de importaciones que es superior al IVA del Mercado Interno, lo que muestra nuevamente el grado de dependencia en relación con el exterior, lo que daría un monto total a 3.4 millones de dólares, que tampoco agregándolo cubren las necesidades del nivel del gasto público que durante este gobierno ha crecido desproporcionadamente.

Es interesante comprobar cómo la situación estructural del financiamiento público muestra un comportamiento similar al pasado, donde los aranceles y la tributación directa eran del orden del 50% respectivamente, como ocurre actualmente entre el IVA al Mercado Interno, que vendría a ser la contribución de la economía nacional al fisco y el IVA a las importaciones que al igual que los aranceles dependen del consumo externo. Estamos, pues, frente a una precaria situación de las finanzas públicas que amerita una mayor explicación oficial, sobre todo de un debate nacional con todas las cartas abiertas sobre la mesa, con objeto de encarar con seriedad los problemas estructurales del país que siguen siendo los mismos, solo que en un contexto de mayores demandas públicas al haber asumido el Estado una posición paternalista de infalibilidad, cuando la economía nacional necesita mayor libertad para que el ciudadano contribuya efectivamente a la creación de riqueza, así como la propia inversión privada, que con un sólido sistema de regulación podría contribuir sanamente al desarrollo del país, sin tanta corrupción y recovecos que muestran los actuales responsables de la cosa pública y del bien común.

El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Económicas.

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