Victoria crepuscular

Se terminó el Gran Premio de Canadá y dentro su cockpit del Mercedes, Lewis Hamilton repasa toda la competencia por la mente, mientras Sebastián Vettel pese al esfuerzo realizado por posicionarse como ganador se queda con ese sinsabor y todo quedó atrás, pero afianzándose en la historia grande. Si alguien pensaba que en este 2016 el alemán Rosberg, tendría el titulo cerca no es cierto, porque tanto el 2015 como en esta temporada Hamilton está construyendo su cuarto palmarés basado en la confiabilidad de su monoplaza que fue de inicio siempre primero. Hamilton luego de las primeras pruebas se dedicó a controlar para dar el ¨zarpazo¨ si se presentaba alguna ocasión con una sólida agresividad comparable a la del mismo en Mónaco y ahora en Canadá. No es fácil ganarle a Vettel porque este alemán tiene estatura de campeón por el superior nivel que tiene en manejo y control de su Ferrari, definitivamente estos son pilotos especiales más rápidos y consistentes que sus rivales. Porfiado, testarudo jamás resignado a perder, es el inglés que sin problemas de orden técnico arriba de su eficiente Mercedes Benz recorrió la pista del autódromo ¨Giles Villanueve¨ y soportó la presión de Vettel sin errores aun cuando su coche era lento en ciertas partes del circuito. La optimización neurosensorial que aplica Hamilton es una técnica más allá de un nivel, esto implica en su mente y lo toma en tiempo. Los que tienen internalizado el ritmo, los que conducen desde el subconsciente, clavan esos registros en torno a medio segundo o menos de la vuelta real. Si antes se pensaba que la preparación neurosensorial era una mentira de ¨brujos¨ no es verdad porque estos múltiples recursos que en el momento de su aplicación son reales y con resultados positivos cuando todo funciona bien en el monoplaza. En síntesis, es muy difícil establecer un porcentaje cuanto del éxito se debe al auto y cuanto al piloto, eso es lo que hace fascinante al automovilismo, particularmente a la Formula Uno que es la máxima combinación entre el piloto y el auto.

Sebastián Chávez