[Manfredo Kempff]

¿Acaso esperábamos más del MAS?


Mucho antes de que el MAS llegara al poder, desde mi columna en un matutino de aquellos años en que todavía radicaba en mi querida ciudad de La Paz, no dejé ni una sola vez de expresar por escrito y a viva voz mis temores angustiosos de que algún día S.E. se convirtiera en presidente de la República. Eso me quitaba el sueño, como a varios amigos y colegas, pero las sorpresas en democracia son imprevisibles, S.E. ganó ampliamente y sin derecho a pataleo las elecciones del 2005, y la pesadilla ya dura más de una década.

Pese a que algunas personas de círculos muy próximos al mío apostaban por el MAS, lo hacían a hurtadillas, muy discretamente. En silencio se vinculaban con quienes estaban a las puertas del mando de la nación o cuando ya se habían empotrado en el Palacio, porque al comienzo del ascenso masista hacerlo abiertamente les causaba cierto rubor, creo. Eso no corre para todos porque es cierto que existían quienes reclamaban la urgencia de un cambio en el país, sin fijarse mucho en los que iban a encarnar esa enorme responsabilidad.

Tengo todo el derecho y la libertad de afirmar que no me equivoqué con el MAS ni con S.E. Así como hubo gobiernos muy malos antes que el del MAS, éste es, con ventaja, el peor de todos desde el retorno a la vida de derecho. Y es el peor porque ha construido un sistema tramposo, demagógico como ninguno, ineficiente, corrupto y abusivo. Es tan perverso este sistema, esta “democracia de las mayorías”, que no necesita, como las dictaduras militares, echar bala ni perseguir a los opositores hasta las fronteras. Utiliza a la justicia para encarcelar a sus adversarios o hacerlos huir del país.

Si estorbas te citan a la fiscalía diciendo que eres deudor del Estado, o que tienes vínculos con terroristas o separatistas, o que injuriaste al Gobierno desde la prensa, o por último que te metiste en un embrollo de faldas que no te correspondía. El “fiscalato”, que será recordado siempre, es el instrumento que ha reemplazado al Control Político, el SIN, el DOP, y cuanto organismo represivo existió en Bolivia. Si te citan a declarar a la fiscalía, no olvides llevar tu cepillo de dientes porque no vas a regresar a tu casa.

¿Qué ha sucedido con el MAS? Sólo lo que se podía esperar. Que se farrearon el país porque no hicieron sino derrochar. Llegaron al mando sin pensarlo y gobernaron sin sospechar qué hacer. Casi quedan fulminados cuando vieron la dimensión de su triunfo. Les cayó en las manos un poder tal que obtuvieron los dos tercios en la Asamblea, aparecieron como unos mendigos iluminados ante el mundo, no recibieron sino vítores y guirnaldas de las multitudes, pero, además, como nunca antes en la República, les cayó una catarata de dólares por los hidrocarburos que ya habían sido descubiertos y explotados durante los últimos gobiernos neoliberales. Con la diferencia de que los precios del gas se fueron al cielo.

¿Que la nacionalización los hizo ricos? ¡Falso! Porque todos sabemos que con la nacionalización del 2006 las empresas extranjeras dejaron de invertir y así no se descubrió más gas. Cualquier administración racional hubiera hecho obras extraordinarias en medio de ese turbión de billetes que se escurrieron para siempre por los sucios canales del Fondo Indígena y decenas de vericuetos más.

Con dinero y sin un plan para industrializar el país que era lo necesario, el despilfarro se hizo presente. En algo había que gastar para convencer que el cambio era real e irreversible. El asistencialismo, mediante la creación de nuevos bonos, hizo que la ciudadanía se entusiasmara y asociara lo que eran recursos del Estado con dádivas de S.E. Pero también apareció el clientelismo y pudrió la moral de muchos ciudadanos afines al oficialismo, pervirtiendo también a los indígenas que como vieron sus comunidades con coliseos y canchas de fútbol y algunas construcciones de viviendas populares, pensaron que ciertamente estaban gobernados por un ser superior y olvidaron pedir rendición de cuentas a sus dirigentes, algunos de los cuales se guardaron millones. ¿Cuándo antes los paupérrimos gobiernos hubieran podido darse el lujo de entregar coliseos y canchas en vez de una escuelita o una posta?

Si no hay cultura es imposible entender la política. Se sabía que S.E. no tenía ninguna formación que no fuera la sindical. Eso se hubiera podido superar si en la segunda línea hubiera existido un soporte de estadistas responsables. Si hubo quienes entendían de administrar el Estado, no se atrevieron a decirle a S.E. que se dejara de hablar de más, de provocar diariamente, y sobre todo de despilfarrar. Que se moderara con abrazarse de cadáveres políticos como Maduro. No hubo quien le dijera que luego de diez años la gente se había cansado de sus desaciertos y que no volvería a ganar una elección más. Los fieles de S.E. no hacen sino corear sus ocurrencias, muchas veces fatales, y Bolivia está ahora aislada políticamente y alejada de las naciones realmente progresistas. El 2019 todo esto tiene que cambiar.

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