[Jorge V. Ordenes-Lavadenz]

George Bernard Shaw, de Tolstoy a Stalin


El dramaturgo irlandés George Bernard Shaw (Dublin 1856-RU 1950) fue admirador del líder ruso José Stalin. El anarquista exiliado en Londres, Peter Kropotkin, y el nihilista Segius Stepniak seguramente le hablaron de la renovación espiritual que comenzaría en Rusia. Su famoso drama La casa del corazón partido lo subtituló “Una fantasía a la manera rusa de temas ingleses”, que muestra la influencia del ruso Chekhov. Y es que la literatura rusa de los 1880 motivó muchedumbres y a él inmensamente, en particular Ana Karenina y La guerra y la paz de León Tolstoy a quien llamaba “el maestro”. El arte ruso y en particular la literatura para Shaw constituían un universo alternativo en el que Rusia era una esperanza.

De familia burguesa protestante, autodidacta, luego del divorcio de sus padres en 1876, Shaw se mudó a Londres con su madre que era músico, y hermanas. En 1898 contrajo matrimonio con la irlandesa Charlotte Payne-Thowsend de familia acomodada. Hizo crítica literaria y de música; elogiaba a Richard Wagner, pero no le fue bien hasta que incursionó en el teatro. Enaltecía a Ibsen. En su primera obra teatral, Casas de viudos (1892) critica las injusticias sociales. En La profesión de la señora Warren (1894) critica la prostitución y el capitalismo que paga por ella. Su obra teatral es didáctica y atrajo a las clases sociales que él criticaba. Conoció los abusos de trabajadores, mujeres, niños desvalidos de la Europa de finales del Siglo XIX y comienzos del XX. Leyó a Marx y en 1884 se hizo socialista y se inscribió en la Sociedad Fabiana que no favorecía la violencia.

Para él, el triunfo de la revolución rusa en octubre de 1917 supuso el fin del zarismo y de los poderosos que habían abusado por siglos. Joseph Stalin devino líder. Su brutal dictadura llegó a eliminar más de veinte millones de rusos mucho de ellos campesinos, a tiempo que George Bernard Shaw adquiría fama internacionalmente como dramaturgo. Admiraba a Stalin. Lo consideraba el líder del reparto de la riqueza entre el proletariado ruso, el europeo y el del mundo. Hasta el día de su muerte tuvo una fotografía enmarcada de Stalin en su dormitorio. Su admiración fue vigorizada por el traspié que significó para Occidente la crisis del año 1929. La cruel Gran Purga rusa, la hambruna de Ucrania y el Pacto Stalin-Hitler no lo hicieron cambiar de parecer. Esa admiración fue reafirmada cuando visitó oficialmente la URSS en 1931 y fue recibido con una guardia de honor, emblemas gigantescos con su retrato y la muchedumbre gritando “heil Shaw”. Se le ofreció un enorme banquete para celebrar su cumpleaños 75. Luego Stalin le concedió una visita privada de dos horas que él calificó de “simpática y de buen humor”.

Resulta increíble observar el culto de Occidente por el dramaturgo irlandés, autor de obras sin duda maestras como Pygmalion, Hombre y superhombre y San Joan, et. al. Admiraba a la URSS como método de gobierno para “reivindicar masas”… lo que hasta hoy resulta paradójico y, como dijo el NYT: “la gran separación de orbes de la guerra fría quizá no fue tan sencilla como parece. La obsesión endémica de Shaw por la URSS es una fuerza que todavía late en nosotros: el deseo de ver en la URSS las virtudes que hacen falta en Occidente”.

El día de su muerte el primer ministro de la India, Jawaharlal Nehru, dijo: “él fue no solamente una de las grandes figuras de su época, sino que influyó el pensamiento de un gran número de seres humanos de dos generaciones”. Su influencia puede resumirse en el mandato de ser un escéptico que cuestiona creencias, hábitos y costumbres que han tenido vigencia por mucho tiempo, como el sitial social de las mujeres, los niños, los desvalidos y los homosexuales (se dice que él lo era). Ante la reacción organizada a sus ideas y principios, él oponía su derecho a la libertad de expresión. Criticaba cualquier tipo de crueldad, despreciaba el propagandismo y sobre todo la mentira lo que no deja de ser… ¡paradójico!

 
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