El nombre de la ciudad

Aquello de pretender cambiar el nombre a la ciudad de La Paz tiene proporciones de ultraje, tanto por el significado que posee, como por subestimar la valía que ostenta en su expresividad.

Solamente a los animalitos, como el perro o el gato, se les puede dar otros nombres, cuando cambian de hogar, pero en ningún caso a una ciudad. La última experiencia que se ha tenido al respecto fue con los comunistas de Rusia, en el siglo pasado.

Más allá de su expresividad y contenido, el nominativo de La Paz tiene incluso su encanto por la brevedad de su escritura y su originalidad para ser atribuido a una ciudad.

Además de ello, tiene un valor simbólico e histórico para Bolivia. Se utilizó tan digna nominación cuando se puso fin a derramamientos de sangre entre los hijos de un mismo suelo. De esta manera, se constituyó en una luminosa manera de reponer los entendimientos fraternos.

Sin embargo, no solamente posee valor lingüístico. Si fuera solo un adverbio, como paz, carecería de contenido para emplearlo en un denominativo determinado, pero al llevar inicialmente el artículo, adquiere otra dimensión. Se constituye en algo corpóreo, de ahí que con toda propiedad y acierto se la complementó como un denominativo pleno.

Al margen de lo lingüístico, en lo social expresa mucho, por eso los paceños tienen que sentirse orgullosos y gratificados con una identidad tan anhelada y sentida. ¿Quién no desea vivir paz? Y nada menos que sea la ciudad de La Paz la que, en un sentido literario, exprese tanto.

El “Chuquiago Marka” del pasado, que era apenas un modesto villorio, hoy es una metrópoli internacional, dispuesta a seguir creciendo y ser el hogar de muchos más, no solo de los nacidos en su suelo, sino de aquellas personas que al conocerla y recibir la buena hospitalidad de sus habitantes, deseen acogerse a ella, pues siempre serán bienvenidos.

Pero hay algo más que poner de relieve. Su topografía tan original y extraña, subyuga a propios y extraños. Una ciudad capitalina, rodeada de montañas de distintas dimensiones y coloridos, es única en el mundo.

En algún sentido, es como tener un hogar grande, en el que en vez de paredes está rodeado de cerros que le ponen el tope, pero al mismo tiempo se los puede sentir algo así como un abrigo acogedor.

La Paz tiene otra característica que la particulariza más: su altura, pues está situada a 3.600 metros sobre el nivel del mar. Esto determina que su oxigenación sea menor, puede que a algunas personas les afecte y no puedan asimilar su rigor, pero a la vez se advierte que los más, pasados unos días, consiguen superarlo y habituarse a una ciudad de tantas singularidades.