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Alegatos chilenos y réplicas bolivianas


 

Tanto ante en la Corte Internacional de Justicia de La Haya como desde Santiago, Chile insistió en que el Tratado de 1904 define las fronteras con Bolivia y, por consiguiente, no hay alguna posibilidad de concesión de un corredor territorial. Declaraciones como estas significan un rechazo anticipado a cualquier negociación si el fallo fuese favorable a Bolivia, además de incurrir en evasión y rebeldía hacia la instancia de Justicia creada por el consenso mundial unánime de posguerra, colocándose en una posición incómoda y deleznable ante el concierto internacional, con lo cual reproduce la prepotencia bélica de haber avasallado territorios de sus vecinos.

Si niega la posibilidad de ceder un corredor de acceso al mar, la alternativa sería un enclave por territorios que fueron bolivianos, pero alega que no puede interrumpir su continuidad geográfica, si bien hay razones jurídicas que precisamente aplicadas harían viable la solución, desapareciendo el pretexto de afectar su continuidad territorial.

En la fase final de sus alegatos, los juristas representantes de la Moneda llegaron a decir que los abogados de Bolivia no fueron capaces de identificar el momento en el que Chile se dio por obligado a negociar con Bolivia. Nuestra defensa ratificó las 20 ocasiones solemnes en las que los trasandinos empeñaron la fe del Estado para satisfacer las reclamaciones bolivianas y, en especial, las notas de 1950 y el compromiso Pinochet-Banzer de 1975. Los contradictores observaron que si el fallo de La Haya fuere favorable a nuestro país, se estaría introduciendo un desorden internacional porque muchos países demandarían la remoción o rectificación de sus fronteras.

Otro jurista sostuvo que “la obligación de negociar se agotó en la negociación”. Según el delegado Grosmann, su país defenderá la integridad de su territorio y negó reconocer alguna obligación a negociar con Bolivia. Pidió que se rechace la demanda. Estos circunloquios no pueden borrar los compromisos que son parte fundante de la historia del centenario diferendo. Se recurrió también a que supuestamente los acuerdos de Charaña se vieron interrumpidos por La Paz, cuando se puso en mesa la compensación de territorio. Sin embargo, fue Chile quien rechazó la propuesta peruana de soberanía tripartita del puerto de Arica, y con ello echó por la borda cuanto se había avanzado. Para Chile las resoluciones de la OEA carecen de carácter vinculante, empero sus representantes firmaron de puño y letra por lo menos 3 de las más de 10 resoluciones interamericanas de apoyo a nuestra reintegración marítima. Asimismo, Chile alega sin reparo que lo hizo porque tenía disputas con otros Estados, demostrando mala fe e insinceridad, nada menos que ante la testificación del continente.

Por otra parte, añadió que si se accediese a la demanda, miles de chilenos serían desarraigados y expulsados de su país y de sus propiedades. Semejante extremo recurre a una lamentación anticipada y de rebuscado imaginario, no obstante que los alegatos bolivianos fueron considerados simples “lamentaciones” por las intervenciones chilenas.

 
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