Bien se podría decir que hasta el cansancio se ha reclamado por la apropiación ilegal de tierras que cometen quienes se creen dueños de todo y capaces para todo con tal de cumplir con sus objetivos; sin embargo, no hay resultados para los reclamos, los legítimos propietarios sufren por conseguir algo de justicia y querrían, como es lógico, que se les restituya lo que legítimamente poseen; que cese el abuso de apoderarse de tierras, ganado y todo lo que contiene una propiedad, especialmente en la región oriental del país.
Hay casos que son especiales: el de Brasil, donde hay toma de tierras se sanciona a los culpables y se devuelve el bien asaltado; en otros países, funcionan la justicia y la policía y hay sanciones para delincuentes que abusan y se apropian de lo que no les pertenece; pero, ¿qué pasa en nuestro país donde estos delitos quedan en la impunidad porque no hay autoridad que ponga orden y haga un mínimo de justicia?
La “toma de tierras” que se produce periódicamente da lugar a que surjan muchos pretextos y uno de ellos sería que “campesinos del Altiplano dicen que el INRA concede tierras a los seguidores del gobierno”; este extremo no es creíble porque sería arbitrario e ilegal; pero, si así ocurriera, seguramente sería con tierras disponibles y sujetas a los trámites de ley; no obstante los rumores y comentarios de toda laya no faltan y muestran claramente, que existe siempre el pretexto de que “es el gobierno, a través del INRA” el que comete este tipo de delitos.
Las regiones altiplánicas, predios, fundos y haciendas de Santa Cruz y el Beni son víctimas propicias para quienes quieren hacerse de lo ajeno y no trepidan en cometer abusos de toda laya para el logro de sus objetivos. El Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) resulta ser el “responsable” de estos abusos y parece haber confirmación por el silencio que muestra y no señala los casos en que haya impuesto la justicia, se haya hecho respetar los derechos de los legítimos propietarios y se haya restituido las propiedades. Sería, pues, interesante y constructivo que el INRA haga conocer qué es lo que hace, confirme a o denuncie los extremos cometidos y que se le atribuye la condición de “consentidor” de semejantes delitos. Mantenerse en mutismos cerrados y hacer “la vista gorda” ante semejantes problemas no le hace bien al gobierno.
La apropiación de tierras y las negativas a reparar el mal hecho es un precedente grave que se crea para que surjan otros “aventureros y dueños de la propiedad ajena” que quieran hacer lo mismo; este tipo de delitos crea situaciones injustas que no deben seguir en curso y es justamente el INRA, conjuntamente los tribunales de Justicia, el que debe adoptar las medidas más enérgicas contra los delincuentes que causan graves daños al país con sus conductas ilegales.
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