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[Álvaro Riveros]

Clepsidra

Efecto Bolsonaro


Un sombrero habría sido el causante del abrupto retorno de S.E., de los actos de posesión a la presidencia del Brasil, cuando un funcionario de ceremonial de la cancillería brasileña, Itamaraty, habría advertido la improcedencia de que el jefe de nuestra diplomacia luzca este indumento, durante la cena de gala ofrecida por el flamante mandatario Jair Messias Bolsonaro a sus ilustres invitados.

Es justo suponer y reconocer el enorme, como infructuoso esfuerzo ejercido por nuestro pintoresco Canciller, al tratar de introducir una nueva moda en un ambiente como el brasileño que, de suyo, es hoy el menos asequible para aceptar tales innovaciones, al estar saliendo de un mundo caracterizado por la tosquedad y la oclocracia, lo que lo torna reticente a aceptar una luenga trenza, más grasosa que graciosa; un rostro sin afeite y menos un sombrero en una cena de gala.

Tal actitud no hizo otra cosa que exacerbar el ánimo de los anfitriones que, no por derechistas, nazis o fascistas recalcitrantes, observan la vieja norma que señala que, un sombrero, como su nombre lo indica, es una prenda utilizada para crear sombra y, por lo tanto, destinado sólo a espacios donde brilla el astro rey. Así como, “quitarse el sombrero” es una expresión que significa el respeto y la admiración que uno siente por alguien o por algo, saludar al presidente anfitrión sin destocarse, significa una falta de respeto, que raya en el más grosero insulto.

Ahora bien, como señalamos en entregas anteriores, esa expresión y costumbre de ensombrecerse ha cobrado un carácter esencial durante el proceso de cambio, al extremo de constituirse en una norma, que usan algunos altos funcionarios y dirigentes políticos, sin explicar su significado o simbolismo, apernándose este indumento, que no se lo sacan ni para rezar.

Lo lamentable es que, por un quítame estas pajas, se haya echado a perder una importante visita al Brasil, un país con el que tenemos un contrato de venta de gas que fenece este año, sin que existan indicios concretos de renovación, lo que redundará en la pérdida de una valiosa fuente de ingresos para el país y, políticamente, tampoco estamos en condiciones de vislumbrar una plataforma favorable a nuestras aspiraciones.

Cuando Jair Messias Bolsonaro era sólo un diputado federal, con expectativas de una candidatura presidencial, se hizo amigo y férreo defensor del malogrado exsenador Roger Pinto, que había solicitado refugio político después de haber permanecido asilado por más de un año y medio en la sede de la embajada del Brasil en La Paz. Suponemos que con base en esa relación surgió la declaración registrada en el video de una entrevista que sostuvo Bolsonaro con la activista cruceña del movimiento 21-F, María Anelín Suárez, el 29 de noviembre de 2017, donde le expresó su desacuerdo con la repostulación del presidente Evo Morales, enfatizando que no querría que Bolivia se aproxime a Venezuela en estas cuestiones, y mucho menos a Cuba.

Hoy, ya ungido presidente constitucional del Brasil, creemos que tal posición no ha variado un ápice y, por el contrario, ya se va sintiendo a nivel continental el efecto Bolsonaro.

 
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