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[Augusto Vera]

Contra viento y marea

Giros de 180 grados


Hace pocos días escuché al conocido periodista Juan Carlos Salazar en una entrevista radial que le hizo otro destacado comunicador social. Entre otras cosas habló de su libro “La guerrilla que contamos” de su coautoría, y de algunas alusiones a los generales Alfredo Ovando y Juan José Torres.

No me cierro a la posibilidad de que el hombre, sobre todo el hombre inteligente, pueda en el curso de su vida, cambiar respecto a sus creencias religiosas, a sus convicciones políticas, y, en general respecto a cualquier verdad que, en algún momento de su existencia, abrace con auténtica certeza. Podría ser parte de un crecimiento ontológico, como, de un retroceso en sus percepciones sobre su forma de ver el mundo.

En el decurso de la historia nacional, la abjuración ha sido moneda corriente en la política siempre sazonada por la viveza criolla. Hoy mismo, vemos a políticos que hacen de la política un medio de subsistencia, cuando por definición debe ser instrumento de servicio. Pero como el poder a algunos envanece, a otros todavía los lleva más allá y pierden toda vergüenza para sin ningún escrúpulo situarse en la vereda de enfrente, si aquello les va a hacer recuperar el curul perdido, o les permita mejorar su posición económica. Sobre todo, en los militantes de la “izquierda” que son tan permeables ante las mieles del vivir bien.

Y entonces, escuchar a uno de los pocos periodistas bolivianos que tuvo el privilegio de cubrir la información desde el mismo campo de batalla en esa aviesa estrategia de irradiar el comunismo, protagonizada por el “Che” Guevara, caricaturesco paladín de los pobres y unos cuantos apátridas, me trajo a la memoria algunas páginas de ese magnífico documento, en que –a decir del autor- fueron los generales René Barrientos Ortuño (entonces Presidente de Bolivia), Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres Gonzales, años después, igualmente ocupantes de la primera magistratura en el país, quienes tomaron la determinación irrevocable de asesinar al guerrillero. La verdad es que esa tesis no puede ponerse en entredicho, en un gobierno constitucional como el de entonces y de ribetes muy particulares, en que indudablemente los militares, a la cabeza de los mandos superiores, eran quienes tomaban resoluciones del más alto rango, máxime si se trataba de un asunto en el que las Fuerzas Armadas tenían el rol de sofocar el foco revolucionario.

No mucho después de la muerte del “Che”, también tuvo trágica desaparición el presidente en ejercicio, pero sus camaradas sobrevivientes algunos años después sufrieron una metamorfosis milagrosa para convertirse en sobresalientes defensores del socialismo que poco antes habían combatido con extrema dureza. Ovando primero y Torres después, infligieron duros golpes de Estado, el primero a un gobierno democrático y el segundo al propio régimen que había dado claras muestras de una conversión política, para alinearse al socialismo.

Lo paradójico es que en Bolivia no se producen apostasías por una auténtica mudanza ideológica-intelectual. El escenario actual nos ratifica que mercaderes de la política han cambiado su divisa partidista sólo por afanes de poder, como ocurriera con los citados militares, y cuyo paso por la Presidencia, consecuentemente, se ha reducido a una vulgar referencia histórica, en un periodo en que América Latina estaba dominada por gobiernos militares que obligaron a una morigeración en las libertades ciudadanas y derechos fundamentales; unas veces, desafiando al comunismo, cortando de raíz el germen que tenía en el “Che” a su figura central y dándole muerte sumaria, para poco después enarbolar las banderas de esa criminal ideología.

Los antecedentes más antiguos de ese comportamiento se remontan a los principios de la república. El olañetismo fue casi una escuela perversa de adaptación al sol naciente. Hoy, las cosas no han cambiado. El ejemplo de ambos opresores de hace cincuenta años, es de los más emblemáticos, pero esa infeliz práctica sigue vigente.

Augusto Vera Riveros, es jurista y escritor.

 
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