Cuando los amantes de la música clásica, que contrariamente a lo que parece son muchísimos en esta ciudad, esperábamos con escepticismo la continuidad de los años de superación y prestigio a los que el maestro David Handel llevó a la Orquesta Sinfónica Nacional, asistimos a la inauguración de la Temporada 2012 de esta orquesta que los días 28 y 29 de marzo nos ofreció un singular programa de conocidas oberturas.
Ya el inicio de la ejecución del primer número de Ruslan y Ludmila, de Glinka, nos devolvió la confianza en cuanto a que continuaríamos gozando de la seguridad y prestancia logradas por nuestra orquesta sinfónica. Las siguientes oberturas de Rossini, Strauss, Shostakovich, Mendelson, Offenbach, culminaron con un éxito estrepitoso en la Obertura 1812 de Tchaikowsky, cañonazos incluidos.
El concierto dirigido por el maestro Ramiro Soriano colmó las expectativas, si bien ya conocido en anteriores intervenciones, esta vez se descubrió como un hábil, pulcro y refinado Director de Orquesta que entusiasmó, de principio a fin, a la audiencia que le tributó prolongados aplausos, obligando al Director a obsequiarnos, para sorpresa de todos, con una morenada tan bien orquestada para los violines, vientos, chelos y demás instrumentos armoniosamente engranados, que causó delirio en el público, motivando una repetición frenéticamente aplaudida.
Sabemos que los componentes de las orquestas sinfónicas deben esforzarse con mucha dedicación para el perfeccionamiento del arte musical, que les exige mucha disciplina y estudio, pero también requiere el estímulo de las autoridades que, en definitiva, son las que pueden conseguir grandes resultados, desde luego bajo la batuta de un Director competente.
Son tan importantes las orquestas sinfónicas para la educación estética del pueblo, que se las difunde en todos los países con el más vivo entusiasmo, aun en aquellos donde poseen tradiciones y culturas milenarias propias, como Japón, China, etc. En nuestro medio, iniciativas personales estaban ampliando el escenario sinfónico a ciudades como El Alto y otras, en las que nos han deleitado sus progresos, ejemplos que es de esperar sean estimulados por las autoridades y no desaparezcan. De hecho Bolivia es un país con profunda vocación musical que debe ser cultivada y aprovechada al máximo.
Con la “yapa” que se nos brindó se ha comprobado que nuestras composiciones musicales tradicionales, muchas con una factura muy bella, llevadas a las orquestas sinfónicas, pueden ser apreciadas como verdaderas joyas clásicas que serían ejecutadas en escenarios extranjeros con agrado y aceptación, por ejemplo las cuecas de don Simeón Roncal, para citar un autor. Solo necesitan ser descubiertas en el ámbito clásico para ser debidamente valoradas y admiradas.
En el concierto que comentamos, el maestro Ramiro Soriano ha demostrado buenas aptitudes y calidad de dirección que le recomiendan para quedarse como un merecido titular de la Orquesta Sinfónica Nacional.
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