En una reciente declaración el Presidente del Banco Central de Bolivia -pese a las dudas en contra- ha insistido en que la inflación no pasará del 5 por ciento, “como se había previsto en enero de este año”. Agregó que “Estos últimos meses tenemos una inflación muy controlada”, afirmaciones optimistas a las que se agrega que “existe estabilidad en los precios de la canasta familiar y una reducida inflación de origen externo”.
Esa autoridad hizo mediante un periódico oficialista una notable revelación y explicó que ese nivel inflacionario fue posible ¡“con la liberación de aranceles para importar insumos agrícolas, la importación y venta de alimentos a la población, diferimiento arancelario a la compra de alimentos del exterior y regulación temporal de comestibles, entre otros”! (14 de agosto).
Dicho índice inflacionario sólo es en apariencia cierto, porque no coincide con el alza del costo de vida en los mercados, el transporte y el comercio en general, lo que ha hecho opinar a los analistas económicos que la inflación se encuentra en alrededor del 10 por ciento, con tendencia a subir.
Esos datos numéricos son de relativa credibilidad, pues se debe considerar otros aspectos que consisten en que -según el Presidente del Banco- la verdadera alta inflación real que registra el país (que no es del 5 por ciento), únicamente está siendo controlada con la importación de alimentos tanto por vía oficial, particular y el contrabando en cantidad aproximada a los mil millones de dólares al año, de los cuales casi dos tercios corresponden a importaciones oficiales.
La importante del caso es que el Presidente del Banco Central confirma que si no se realizaran esas enormes importaciones de alimentos para cubrir la baja de la producción agrícola nacional, el pueblo boliviano estaría padeciendo una escasez tan grande que lo pondría en situación de hambre, ya que, por ejemplo, el precio del pan se duplicaría y ni qué decir de los precios de otros alimentos.
Actualmente el pueblo boliviano consume alimentos relativamente baratos no porque los produce, sino porque los importa y además lo hace con liberaciones arancelarias, diferimiento de aranceles y la regulación de las exportaciones de algunos comestibles, todo lo cual quiere decir que la estabilidad de precios de los alimentos se debe principalmente a las importaciones, con el agregado de que el Gobierno está comprando productos alimenticios con alto costo y que los vende con precios inferiores.
El verdadero índice inflacionario que sufre el país está lejos del mencionado en el informe del Banco Central porque la agricultura nacional sigue en descenso, los campesinos no producen (excepto coca y para exportación en el Oriente), problema que no se lo encara en sus verdaderas causas sino sólo en sus efectos y que se sigue agravando porque los campos siguen siendo abandonados.
Se debe agregar que a corto plazo las importaciones de alimentos volverán a subir y con gastos superiores al 50 por ciento, debido al alza de las cotizaciones internacionales por el derrumbe de la producción en Rusia, África y Estados Unidos debido a problemas climáticos.
El pueblo boliviano debía tener gran cantidad de alimentos propios, pero esa condición se ha vuelto remota. Tan grave situación se debe a que el problema agrario boliviano en vez de ser resuelto se está agravando por disposiciones constitucionales, así como por la legislación agraria vigente.
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