[Armando Mariaca]

Permitir la corrupción es hacerse parte de ella


La falibilidad del ser humano lo hace víctima propicia de sus errores y debilidades que destruyen sus valores que son consecuencia de virtudes practicadas en contornos familiares en márgenes de moral, amor, unidad, respeto, honestidad y responsabilidad que se acrecientan con el tiempo. Conforme a las funciones que se tiene en la vida, muchas circunstancias determinan que los valores se conviertan en sinvalores y la degradación moral sea propensa a deslices con tal de conseguir medios y objetivos que por las vías legales no son posibles.

Personas que cuentan con poder político, social, económico o de cualquier clase, no siempre actúan dentro de la moral y la ética que proviene de aquella; menos se someten a las leyes porque creen que “no es malo hacer lo que otros hacen” y llegan a transgredir cualquier norma con tal de conseguir objetivos carentes de honestidad y responsabilidad. Muchas veces, en política y su práctica partidista, las llamadas tentaciones están a la orden del día y “lo que está a la mano es fácil de agarrar”; esta especie de guía por lo fácil corrompe a quienes se ponen a órdenes y disposición de corruptores y caen en la tentación de hacerse de lo que no les pertenece o, en la mayor parte de los casos, infringen disposiciones para conseguir beneficios que no siempre son financieros y que dan lugar a la adquisición de más poder del que tienen.

Las políticas del “dejar hacer y dejar pasar” practicadas por muchos gobiernos son parte de la conducta de quienes quieren, en su momento, que rijan para ellos; es decir, “hacer la vista gorda” y no aplicar la ley para evitar la corrupción sancionando y sentando precedentes en concomitancia con algunos colaboradores que utilizan la condición del hoy por ti, mañana por mí; en otros términos, la cadena de corrupción se agranda hasta el infinito.

Apoderarse de lo ajeno, y si es del Estado, mejor, porque resulta básico para que los valores se deterioren más y el camino de hacer lo que otros hicieron, resulta llano y fructífero; es, además, seguro porque se cuenta con quienes pueden aplicar las leyes y no lo hacen porque mañana precisarán que otros los cubran ignorando las normas. ¿Cuánto se ha perdido en el pasado y pierde diariamente el Estado porque el Gobierno de turno no cumple con las leyes y sanciona a los corruptos y extiende esas penas a los corruptores autores de los hechos atentatorios contra el bien común? ¿Por qué las políticas permisivas que dan lugar a que hayan atentados permanentes contra la economía nacional? ¿Por qué se consiente la presencia de personas, en puestos de importancia, que han incursionado en el contrabando y muchos delitos incluyendo la violación de los derechos humanos? ¿Por qué la ignorancia de la institucionalidad? ¿Por qué no se licitan las carísimas adquisiciones? ¿Por qué aviones y helicópteros de lujo? ¿Por qué los viajes que no corresponden a necesidades y urgencias del país? ¿Por qué la designación “a dedo” de empleados sin cumplir con la Constitución y la propia democracia haciendo valer la institucionalidad? ¿Por qué cuenta más el partido que la nación? Mucho, muchísimo habría que preguntar sobre lo que se hace en el campo de la corrupción sin que haya respuestas.

Por otra parte y sin poder concluir la cadena de hechos ilógicos, estaría la pregunta: ¿para qué las estatizaciones y nacionalizaciones por las que forzosamente se deberá pagar indemnizaciones y, en casos, devolución de lo invertido? ¿Por qué no se sanciona los delitos debidos al avasallamiento de minas y otras propiedades por grupos de mineros y campesinos? Otro es el caso que ha lastimado a la colectividad y ha significado mayor descrédito, como es todo lo referido a contratos para la adquisición de barcazas con costo millonario ($us. 25 millones) de Corea y que, luego, se perdieron en un “cuento chino”. ¿Qué de los negocios con Papelbol en los que parece se perdieron más de siete millones de dólares? En fin, como siempre, habría mucho más que preguntar y que, lamentablemente, ingresa en el “maremágnum” de la corrupción que es permitida con las políticas del “laissez faire” (dejar hacer y dejar pasar) porque el poder ciega.

Lo dicho, y mucho más, no se puede callar porque sería estar de acuerdo y complicarse en su realización y consecuencias aunque nada, absolutamente nada quedará en el pozo de los olvidos, aunque los corruptos y los corruptores que saben aprovechar el fruto de sus delitos quieran olvidar como medio de borrar lo que hicieron. Tocar estos temas y hacerlos notar es -aunque no se lo crea- una forma y apoyo al propio gobierno para que no continúe en su ceguera e indiferencia y entienda que debe poner coto a lo que daña al país.

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