Niños y adolescentes se ganan la vida siendo voceadores por minuto

Estos menores trabajadores ganan desde 50 centavos hasta Bs 2 por anunciar las rutas de los minibuses y llenar de pasajeros los automóviles alteños.

“La mitad del dinero que gano lo guardo en un chanchito (alcancía) y la otra mitad le doy a mi mamá para que ella use en algún gasto de la casa”, relata Iván Quispe, un niño de nueve años que vocea por minuto en la plaza Ballivián de la ciudad de El Alto. Su objetivo es llenar un minibús pero él no se traslada con el automóvil, se queda en el lugar y vocea para otro vehículo, así pasa la mitad de la jornada hasta que llega el momento de ir a la escuela.

Los niños, niñas y adolescentes voceadores de la ciudad de El Alto trabajan, en muchos casos, entre las 09:00 hasta las 13:00 en diferentes zonas de la ciudad ya que la mayoría de ellos salen temprano con el uniforme de la escuela a la que asisten porque luego deben dirigirse a pasar clases a las 14:00.

Por su labor, cada día deben afrontar las inclemencias del tiempo, muchas veces están con el rostro empolvado, otras veces empapados bajo la lluvia o bajo el sol soportando la brisa y el frío, ellos no tienen más opción que seguir trabajando para conseguir cada día entre 20 a 50 bolivianos, dinero que invierten en útiles escolares, el recreo o alguna otra actividad de su interés o el de su familia.

A sus nueve años, Jonathan sale temprano de casa, alista la voz y los pulmones porque hoy no quiere irse con las manos o el estómago vacíos. Es nuevo en la actividad del voceo, los chóferes aún no lo conocen y le es difícil ganarse algunos de los centavos para su bolsillo.

Él debe esperar la hora del almuerzo, luego de haber voceado toda la mañana, porque es su único descanso. Con sólo tres bolivianos va en busca de una sopa de fideo de los “agachaditos”, pero aún es consciente de que necesita completar el dinero para comer algo más y recabar el monto del pasaje de retorno a su hogar.

“La alimentación es importante, comer las famosas sopitas para ellos (niños trabajadores) es suficiente, pero no saben que eso no tiene muchos beneficios a nivel de su desarrollo mismo, entonces lo que nosotros queremos es equilibrar sus dificultades nutricionales”, explicó José Luis Juanes, responsable del Área Socioeducativa de la Fundación Wiphala dedicada a colaborar con los niños y adolescentes trabajadores de la calle.

Los que ya tienen más días voceando (antiguos) conocen el lugar donde pueden servirse un almuerzo con sólo Bs 2 y un té con 50 centavos que los mantiene activos para completar su labor.

“Descansamos cuando vamos a comer, aquí abajo hay la Fundación Wiphala (a dos cuadras de la plaza Ballivián) ahí el almuerzo es dos bolivianos, tienen sopa y segundo. Sopa de trigo, quinua, de maní, el segundo es bisté, silpancho, etc.”, relata un grupo de niños voceadores asentados en una banca de cemento esperando su turno mientras sus otros compañeros anuncian para los minibuses.

Por otra parte, en algunas ocasiones los niños y niñas trabajadores soportan malos tratos por parte de pasajeros y chóferes mientras buscan la manera de cumplir su labor.

“Una vez un pasajero me ha dicho ‘deja de molestar te voy a patear’ cuando yo estaba voceando para un minibús”, cuenta Juan Enrique, otro trabajador de 13 años; él vive solo con su hermano ya que su padre falleció el pasado año y su madre se encuentra en Argentina.

En cambio, otras personas más generosas les regalan una moneda extra pero ellos entienden que su trabajo es honesto, no lo consideran como una actividad de subvención pero entienden que pueden alcanzar mejores condiciones de vida.

Según estos trabajadores, el perder la timidez es un factor elemental para que uno pueda vocear, además deben hablarle a la ciudadanía con educación y tratarla bien.

“Al pasajero hay que animarle diciendo pase, pase, ya va salir, y otros luego me regalan plata, algunos me tratan bien”, menciona José Hilari Choque, un menor de nueve años que además recalca que las personas que vocean deben conocer los nombres de las rutas de cada línea.

“¡Cementerio, Garita, Los Andes Bs 1,50, pase, pase señorita, caballero, ya salimos!”, es la voz de los niños y adolescentes trabajadores.

Asimismo, los niños señalan que se debe elevar la voz para vocear y por lo demás todo se aprende con el pasar de los días. “Para vocear no se necesita nada, sólo elevar la voz, el que grita despacio igual puede trabajar en esto, a veces el chofer nos riñe pero si se llena el minibús no le dice nada”, expresa David.

Las personas que incursionan por primera vez en el mundo de los voceadores reciben como paga 50 centavos y los antiguos, los cuales son reconocidos por los chóferes, reciben un monto de Bs 1 ó 2 por cada minibús.

SUEÑOS

La mayoría de los niños coinciden en que preferirían realizar otra actividad en lugar de vocear, pero el jugar futbol ir a la escuela o trabajar en otro rubro será un destino que deben alcanzar posteriormente.

“Yo quiero ser arquitecto cuando tenga 25 años, pero ahora debo pasar clases primero”, asiente Enrique, quien sueña con construir varias casas en la urbe alteña que puedan mejorar la imagen de la ciudad.

Al igual que él, existen niños y niñas trabajadores que tienen metas propuestas para cumplir en sus vidas, miran en todo momento hacia adelante esperando a lo que les depara el futuro.

“Los niños trabajadores tienen la característica del inmediatismo, cuando les preguntas ¿de aquí a cinco años cómo te ves? ellos te responden, mayormente, de aquí a cinco años me voy a preocupar ahora debo vivir el presente”, menciona José Luis Juanes, funcionario de la Fundación Wiphala.

Niños y niñas como Luz María, José Ignacio, Iván Josué, Juan Enrique, David, Alex y otros deben a pasar clases luego de vocear usando incluso el uniforme de su colegio y la mochila que usan como bastión. Mientras otros retornan a sus hogares a cambiarse de indumentaria para poder aprender cada día un poco más. Sin embargo, algunos de ellos fueron expulsados de las escuelas a causa de los tratos que se dan entre los niños de su edad.

“A mí me han expulsado de la escuela porque mis compañeros me han puesto un apodo que no me gustaba, yo me enojé y les he pegado, luego me han expulsado por pelearme”, contó uno de los niños entrevistados.

(Betty Aquise)

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